Franklyn es la típica película que a la gente le parece extraña y a veces no le da una oportunidad. Sí, es un drama distinto y misterioso que mezcla dos realidades para desarrollar la trama, dos mundos que se desarrollan de forma independiente y que no parecen unirse en ningún punto. Si se ve por partes no se podría imaginar la relación de ambos que se amalgaman prácticamente en la última media hora, en la que todo cobra sentido. Píldora visual de la mano de Gerald McMorrow.
La parte real es un Londres oscuro y deprimente, en el que cohabitan una serie de personajes perdidos: una artista extrema (Eva Green), un novio abandonado (San Riley) y un padre incansable (Bernard Hill). El mundo imaginario es «Ciudad Intermedia», una extraña realidad en la que se hace una mordaz crítica a la religión y a toda posibilidad actual de creer en algo, un prisma que ofrece una visión particular de las cosas. En ese mundo, un enmascarado (Ryan Phillippe) intenta vengar la muerte de una niña a manos de El Individuo, el cabeza de una secta.
Eva Green interpreta a Emilia, la artista, que en su proyecto audiovisual intenta un suicidio al mes y lo documenta metódicamente como forma de extraer el dolor que lleva dentro. Eva se siente frustada porque no le ofrecen papeles interesantes. «Interpretar a ‘la novia de’ es algo muy aburrido. La mayoría de las mujeres en las películas están ahí para estar guapas para los hombres. Es bastante difícil encontrar un personaje complejo de mujer». Y no me extraña que se sienta así, pues debutó con Soñadores de Bernardo Bertolucci en 2003. Formaba parte de un triángulo amoroso entre dos hermanos franceses y un estudiante americano durante los días previos al Mayo del 68 francés, ahí fue cuando la descubrí. Ya en aquel momento mostraba su cuerpo desnudo ante la cámara sin pudor como lo ha venido haciendo en secuencias de otros trabajos posteriormente. En 2007 fue la imagen del perfume «Midnight Poison» de Christian Dior.
Fue Sibila de Jerusalén en El reino de los cielos (Ridley Scott). Fue la bruja Serafina Pekkala en La Brújula Dorada. Ahora colecciona brujas, tenía que ser una mala también. Por ello en su último trabajo fue Angelique Bouchard en Sombras Tenebrosas (Tim Burton). Acumula personajes por su locura y por una forma distinta de ver las cosas. Abocada también a lo comercial fue en Casino Royale el amor de James Bond.
«En Los Ángeles me siento como un patito feo. Como si viniera de otro planeta», declaró a InStyle. Cuando los directores le mandan perder peso para los papeles prefiere no hacerlo. «No puedo hacer dietas. Es un infierno. La comida es muy importante para mí. No puedo tener enegía si no como. Me deprime». La presión de Hollywood no está acorde con ella, se opone a claudicar. Incluso está en contra de pasar por quirófano e inyectarse Botox.
¿Hasta cuándo la mujer se verá abocada a sacrificar salud por satisfacer a otros? en vez de pensar en ella misma y escuchar a su cuerpo. Desde los inicios la mujer siempre ha sido un oscuro objeto de deseo.