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Por Rubén J. Olivares Puertas

Recuerdo con cierta nostalgia la época de mi infancia. Especial cariño me traen los recuerdos en casa de mi abuelo, que tenía una modesta colección de libros, aunque muy selecta. Entre ellos, recuerdo que destacaba un volumen titulado “La madre” del autor ruso Maxim Gorki. Aquel libro ejercía sobre mí una atracción especial: “La madre”, el título me atraía y me fascinaba – ¿hay algo más importante para un niño que su madre? – y el hecho de que estuviera escrito por un autor ruso le daba cierto aire de misticismo.

Desde aquellos años ha llovido mucho y hoy, mi incapacidad como niño de entender la profundidad de aquel escritor ha variado. Por suerte, la editorial Automática me ha ofrecido la oportunidad de rencontrarme con aquel autor que tanto me fascinaba de niño a través de otra de sus novelas cumbres: Infancia.

El lector que se acerca a Infancia descubrirá una novela redonda, en la que caben todos los aspectos humanos y en la que, lo más destacable de la misma, es la evolución de la mirada del protagonista, un niño que debe hacer frente rápidamente a la dureza de la vida en Rusia y madurar empujado por las circunstancias que le rodean. El relato se inicia con un evento que marcará los tres grandes sucesos que guiarán la vida de este niño. La muerte de su padre, la ausencia de su madre y su posterior muerte y la presencia de su abuela, como eje en torno al cual el protagonista organiza su vida y estructura su existencia para continuar adelante.

Muerto su padre, Alexei, el protagonista del relato, se trasladará a vivir con sus abuelos, un hogar en el que se verá inmerso en un torbellino de emociones y de historias entrecruzadas entre la familia de Alexei y los personajes que transitan por esta casa. Infancia es un retrato de una Rusia rural ambientada en el s. XIX inmersa en un estado semifeudal, que evoca lejanos ecos de una sociedad europea en la que las relaciones entre los poderosos y el resto del pueblo se establecían a través de la servidumbre. Con desgarradora naturalidad, los personajes de Infancia desfilan por el hogar de los abuelos prestando sus servicios a éste y siendo despachados cuando ya no son útiles, mientras que en el propio hogar las disputas por la herencia del abuelo desagarran poco a poco las relaciones entre sus integrantes.

Infancia es una de esas lecturas en la cuales uno puede apreciar la literatura en su máximo exponente. Un libro bueno de una lectura absorbente. Mezcla con maestría sensibilidad, humor, crueldad, dureza, piedad y realismo y todo ello a través de personajes que viven y fluctúan entre severas actitudes rayanas en lo cruel y bondadosos actos de piedad. Un libro plagado de personajes reales que consiguen hacer más creíble si cabe el relato. Estamos ante de uno de esos libros en los que después de cerrar sus tapas notamos que algo ha cambiado en nosotros a mejor. Imposible no sentirse influenciado por esta historia. Si siente escalofríos a leer el libro, no se preocupe, son los síntomas propios de disfrutar de la “Gran Literatura”.

 

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