El mundo no se acaba de Hannah Ritchie
por Lara Vesga
“Los humanos representamos una diminuta fracción de la vida en la Tierra: tan solo un 0,01%. Pero hemos sido los únicos que la hemos alterado hasta dejarla casi irreconocible”, dice la científica experta en medioambiente Hannah Ritchie en «El mundo no se acaba», un libro que cuenta con copiosos datos lo que el ser humano ha hecho mal pero también lo que en las últimas décadas se está haciendo bien para conseguir revertir la deriva del planeta y asegurar su futuro, el nuestro y el de las próximas generaciones.
Para Ritchie, tanto peligro tienen los negacionistas del cambio climático como los agoreros que anuncian el fin del mundo y siembran de informaciones catastrofistas los medios de comunicación y las redes sociales. Si algo me llamó la atención de este libro fue su discurso lejano al ruido apocalíptico que impera en este asunto y que muchas veces lleva al convencimiento de que todo está perdido y poco o nada queda por hacer para intentar evitar el desastre.
Pues bien, esta científica propone una visión radicalmente distinta y optimista desde una posición no ingenua, sino basada en el análisis de múltiples fuentes de información y estudios que avalan que se ha avanzado bastante en la senda correcta y que aún queda margen para darle la vuelta a la situación.
Dividido en ocho capítulos que recorren los principales problemas medioambientales con los que desayunamos y nos acostamos cada día (sostenibilidad, contaminación atmosférica, cambio climático, deforestación, alimentación, pérdida de biodiversidad, plásticos marinos y sobrepesca), Ritchie ofrece para cada uno de ellos soluciones pragmáticas y esperanzadoras que se alejan de medidas como la sustitución de bolsas de plástico al ir a hacer la compra sino que van mucho más allá, a las verdaderas raíces de los problemas del planeta.
Puede resultar chocante cómo esta experta en medioambiente habla sobre el escaso impacto que en realidad tienen acciones cuya trascendencia podemos pensar que es mayor de la que es, como el reciclaje casero, o cómo se muestra a favor del uso del plástico bajo ciertas circunstancias, ya que por ejemplo asegura que ayuda a conservar los alimentos y a evitar su desperdicio. Y he aquí el quid de la cuestión para Ritchie, ya que considera que lo que mayor impacto tiene en el medioambiente es cómo nos alimentamos, señalando principalmente dos industrias que repercuten negativamente en el planeta: la cárnica y la de la leche.
El trabajazo de documentación, estudio y análisis del ensayo deja escapar por poco, no obstante, la reciente llegada de Trump a la Casa Blanca, algo que sin duda impactará en el medioambiente durante al menos los próximos cuatro años.
De hecho, Trump ya ha firmado unos cuantos decretos deshaciendo medidas de Biden. Por ejemplo, ha recuperado las pajitas de plástico alegando que las de papel no sirven para nada, algo con lo que, por cierto, coincide con Ritchie, pero que posiblemente sea el único punto en común de la científica y el actual presidente de los EEUU.