Lo que nos gustaba de Teru Miyamoto
por Rubén J. Olivares
Teru Miyamoto, reconocido por su capacidad para plasmar con delicadeza las emociones humanas, nos entrega en “Lo que nos gustaba” una novela que navega entre la nostalgia y la búsqueda de identidad. Publicada en español por Hermida Editores, esta obra representa un acercamiento sutil y conmovedor a los recuerdos y al proceso de madurez de una generación atrapada entre la tradición y la modernidad.
La novela nos sitúa en un Tokio vibrante de los años noventa, donde un grupo de jóvenes comparte un apartamento mientras lidia con sus propias incertidumbres y dilemas existenciales. A través de sus vivencias, Miyamoto construye una historia sobre el amor, la amistad y el desencanto, en la que cada personaje enfrenta su propia lucha interna contra la soledad y el paso del tiempo.
Yoshi, un diseñador industrial en busca de independencia, Aiko, una estudiante de medicina con un carácter introspectivo, Burro, un fotógrafo apasionado por capturar la belleza en lo efímero, y Yōko, una peluquera que sueña con encontrar su lugar en el mundo, forman el núcleo de esta historia. Miyamoto describe sus interacciones con una sensibilidad única, mostrando cómo las relaciones humanas pueden ser tan frágiles como intensas. Las conexiones que surgen entre ellos, lejos de ofrecer certezas, los llevan a cuestionar qué significa realmente la felicidad y hasta qué punto es posible retener aquello que una vez nos hizo felices.
Uno de los temas centrales de la novela es la confrontación entre el idealismo juvenil y la inevitable llegada de la madurez. Miyamoto nos recuerda que lo que alguna vez nos gustó, lo que nos definió y nos hizo soñar, puede transformarse con el tiempo en una fuente de melancolía o incluso en una carga. La historia nos enfrenta a la paradoja de la memoria: aquello que nos hizo felices en el pasado puede dolernos en el presente cuando nos damos cuenta de que ya no podemos volver a ello.
La prosa de Miyamoto es pausada y contemplativa, pero está cargada de un lirismo que permite que cada escena cobre vida con gran fuerza evocadora. A través de detalles aparentemente insignificantes —un atardecer visto desde la ventana, el aroma de una calle mojada por la lluvia, una canción que se escucha a lo lejos— el autor logra transmitir la profunda conexión entre los personajes y el entorno, dotando a la ciudad de Tokio de un papel esencial dentro de la narrativa.
Tokio no es solo el escenario de la historia; es un personaje en sí mismo. Sus luces de neón, sus calles abarrotadas y sus rincones solitarios reflejan el estado emocional de los protagonistas, creando una atmósfera que oscila entre la esperanza y el desencanto. La capital japonesa, en constante evolución, simboliza la incertidumbre de la juventud y el tránsito inevitable hacia la adultez. Como en muchas otras novelas japonesas contemporáneas, la ciudad se convierte en un espejo de las emociones de los personajes, acentuando sus conflictos internos y subrayando la sensación de cambio constante.
La edición de Hermida Editores destaca por su cuidado en preservar la esencia del original. La traducción logra transmitir la delicadeza y la precisión de la prosa de Miyamoto, manteniendo intacta la carga emocional de cada pasaje. No es una tarea menor, pues el autor japonés es reconocido por su uso del mono no aware, un concepto estético que resalta la belleza de lo efímero y la melancolía de lo pasajero. En este sentido, la versión en español ofrece una experiencia de lectura que respeta la cadencia y los matices del texto original, permitiendo que los lectores hispanohablantes se sumerjan plenamente en la obra.
“Lo que nos gustaba” no es una historia de grandes eventos ni de giros narrativos inesperados, sino una exploración íntima de las emociones humanas. Miyamoto nos invita a una lectura pausada, en la que cada página nos confronta con nuestras propias nostalgias y anhelos. Es un libro para quienes disfrutan de la introspección y del poder de los pequeños detalles, como un servidor, que hará las delicias de los lectores que ya conocen a esta editorial y a aquellos que, en general, aman la literatura oriental, especialmente la japonesa, por su capacidad poética y su particular enfoque introspectivo a la hora de abordar sus historias.
La obra nos recuerda que el tiempo avanza sin tregua y que, aunque intentemos aferrarnos a los momentos que una vez nos hicieron felices, siempre habrá algo que inevitablemente quedará atrás. Con una prosa sutil y evocadora, Miyamoto firma una novela que deja huella, y de la que seguiremos evocando las emociones y recuerdos que ha despertado en nosotros mucho después de haber cerrado sus páginas.