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Elche sale a la calle: Dorian, La Familia del Árbol y Elx al Carrer.

Por Sandro Maciá.

Así como dice la gente que de dos padres guapos –salvo caprichos de la naturaleza o teniendo mala suerte con la herencia genética- no puede nacer un hijo feo, yo creo que de dos buenas bandas no puede surgir un concierto malo. ¡Pum!, dogma enunciado, filosofía de vida al canto.

Y es que, detractores aparte y dejando de lado que lo de los padres y los hijos puede tener la misma validez científica que los consejos que leíamos en la difunta Super Pop cuando aún no conocíamos ni lo que era el “postureo”, el doble concierto que La Familia del Árbol y Dorian dieron en la sala de La Lonja de Elche no puede ser presentado con menos contundencia ni con menos énfasis, pues pocas veces dos grupos de aire tan distinto pusieron de acuerdo a un público que, me consta, era de todo menos fácil de convencer.

Casi recién llegados de su actuación, la semana pasada, en el Primavera Sound y con la personalidad propia a la que nos tienen acostumbrados – y que, por cierto, está cubriéndoles de éxito allá por donde pasan-, Nacho y Pilar, dúo que forma La Familia del Árbol, fueron los encargados de abrir boca, de dar el pistoletazo de salida al ritmo de su folk pop, de su elegancia –vocal, estética e instrumental-, de su armonía y de esa belleza –así, en términos absolutos- que siempre desprenden sus canciones, hasta el punto de impregnar de calidez las frías y desnudas paredes del lugar.

Caldeado ya el ambiente y tras demostrar que el amor por lo que uno hace es la clave para que la música adquiera el sentido que merece, la pareja dio el relevo a los de Barcelona, cuya entrada marcó el inicio de una segunda parte en la que el ánimo –aunque uno quisiera- no decaía en ningún momento.

De la primera estrofa al último acorde, Dorian, que ahora puede presumir de una mayor solidez musical y técnica, se entregó al público y demostró no caer en el error de no esmerarse por estar en una sala de dimensiones medias, siendo ellos un grupo que, de festival en festival, cuanta ya su aforo en miles.

Pero no. No importó el dónde ni el quién en la actuación de estos catalanes que supieron hacer de su repertorio una presentación muy equilibrada de lo mejor y más nuevo de su carrera, combinando el “estreno” de algunos temas del flamante La velocidad del vacío –no sonó nada mal en directo Los amigos que perdí, El temblor o Ningún mar– con sus clásicos de siempre –no, no faltó A cualquier otra parte, que fue masivamente coreada- y con hits de sus anteriores trabajos como La tormenta de arena o Paraísos artificiales. Todo un lujo, sí señor.

Sin duda, quien no disfrutó, fue porque no quiso, y ya no sólo de puertas para adentro, sino en lo que se refiere a lo que aún quedaba de noche y de fin de semana, pues Elche, incombustible a veces, ha celebrado estos días su octava edición de Elx al Carrer, un festival de artes de calle donde la música, el circo, los malabares y el teatro han inundado cada rincón de la ciudad, creando un sinfín de espectáculos gratuitos y participativos.

 

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