La antropóloga ha establecido una genealogía del pensamiento feminista negro.
por Vanessa Díez
Encontrar otras mujeres que también buscan mujeres olvidadas te hace darte cuenta de que nada está perdido y que queda mucho por hacer. Muchas han sido las mujeres que con su fuerza han seguido adelante sin dejar que otros decidan por ellas, arriesgando sin dudar y saltando al abismo. Si los errores son de una misma, siempre se aprende, si son de otros, tan sólo queda dolor y culpa al final del camino. Quien ha luchado su realidad cada día tiene claro su presente y su futuro. Quien ha encontrado todos los derechos ganados puede llegar a pensar que nunca se van a perder, pues se da por hecho que siempre seguirán ahí. Nada es para siempre. Las mujeres que fuimos descubriendo gracias a Mercedes Jobardo lo demostraron. Pioneras, luchadoras, valientes, negras, ni sumisas, ni invisibles. Ella nos dijo que se reivindica como feminista negra y cuando ha dicho esto se lo han echado en cara al permitirse usurpar una posición que no le corresponde al no ser negra, pero ella mediante su antología desde su posición de antropóloga ha establecido una genealogía del pensamiento feminista negro que no dio comienzo en los sesenta del siglo XX sino con la libertad de la esclavitud, cuando ya hubo pensadoras, letradas e iletradas, que lucharon por ellas mismas y con lo que lograron por todas las demás que vendrían tras ellas.

Sojourner Truth ya era libre, para ella era evidente que era igual que los hombres, no tenía que cuestionarse nada, no tenía ninguna duda. En su discurso «Acaso no soy una mujer» de la Convención de los Derechos de la Mujer en Akron de 1852 se fundamentaron las bases del pensamiento feminista negro. “Ese hombre de allí dice que las mujeres necesitamos ser ayudadas con carruajes, ser levantadas al pasar las zanjas y que en cualquier parte debemos tener el mejor lugar. Nadie me ayuda nunca con los carruajes, ni me levantan al pasar las zanjas o los charcos de barro, ni me ceden el mejor lugar. ¿Acaso no soy yo una mujer? Miradme, mira mi brazo, he arado, plantado y recogido los graneros y ningún hombre encabezó mi tarea. ¿Acaso no soy yo una mujer? Podía trabajar y comer tanto como un hombre si es que tenía y llevar el látigo también ¿Y acaso no soy yo una mujer? He parido trece hijos y he visto como la mayoría de ellos eran vendidos como esclavos y cuando lloré con la pena profunda propia de una madre nadie excepto Jesús me escuchó ¿Acaso no soy yo una mujer?
La Ley Lynch abrió la veda para que el mismo pueblo juzgase, condenase y ahorcase al culpable. Las relaciones fuera del matrimonio de hombres blancos con mujeres negras se justificaban, en cambio a la inversa era una aberración. Si se descubría algún caso se consideraba violación y se capturaba al hombre, pero si era alguien que estaba ascendiendo socialmente de forma alarmante también se hacía por acusarle, aunque fuese inocente. Ida Wells como reportera justificó estos hechos como verídicos en un primer momento, cuando acusaron a tres amigos suyos que ella sabía que nunca habían estado con mujer blanca alguna comenzó a investigar y se dio cuenta de lo que sucedía realmente. La libertad había traído el racismo a aquella sociedad que durante tanto tiempo había vivido como amos y esclavos.
El 22 de febrero fue cuando Alicante tuvo la oportunidad en el Casal del Tío Cuc de escuchar gracias al colectivo L’Aparadora a Mercedes Jobardo que rescata en Femismos negros a mujeres como Sojourner Truth, Ida Wells, Patricia Hill Collins, Angela Davis, Carol Stack, Hazel Carby, Pratibha Parmar, Jayne Ifekwunigwe o Magdalene Ang-Lygate.