Eva Hache y Ángeles Martín juntas hacia el fin del mundo.
Por Vanessa Díez
Reír, más que llorar, es necesario en estos tiempos que corren. Ir al teatro es sano y si es para ver una obra que te hará disfrutar a carcajada limpia más. Fisterra es una obra con diálogos ágiles, con escenografía mínima y con giros inesperados que te hacen mantenerte atento. Dos actrices fueron suficientes para mantener la obra, la televisiva Eva Hache que venía de remover las aguas en la prensa conservadora por su trabajo como presentadora en la última gala de los Goya, y la actriz Ángeles Martín, la cual presentara el programa Sin vergüenza en los noventa, aunque seguro que la recordáis más como la Chali de Yo soy Bea. El viernes para celebrar el Día de la mujer pudimos disfrutar la obra en el Gran teatro de Elche.
Antonia (Ángeles) apresuradamente sube en Pontevedra a un taxi, quiere ir a Fisterra para echar las cenizas de su marido al mar, al fin del mundo. Paz (Eva) es la taxista que recoge a Antonia y la llevará a su destino. Larga carrera que las hará conocerse más de lo que ellas quisieran. Los primeros kilómetros son duros para ambas, dos desconocidas en un coche por carreteras solitarias, sin saber de qué hablar ni qué música poner. Caracteres distintos, música opuesta y asperezas que limar en una transacción sin finalizar, cuando uno depende de otro debe ceder en algunos puntos que consideraba no negociables. La desconfianza mina la relación comercial entre cliente y taxista, medias verdades, silencios incómodos y sospechas fundadas harán el resto. Aunque se tire del cliché de gallega frente a catalana para dar forma a los personajes, el público disfrutó realmente de dos mujeres muy distintas en una situación adversa que sin pelos en la lengua se cuentan su realidad.
La escenografía de Ana Garay fue una grata sorpresa, pues al tratarse de una comedia en un taxi no esperaba que colocaran el coche literalmente sobre las tablas, pero tal osadía le dio más realismo e hizo que la obra fuera más dinámica.
Conocer la verdad tiene un precio que ambas estarán dispuestas a pagar para liberarse de sus cadenas. Quién es un peligro, ¿la que sube o la que conduce? ¿subirías a cualquiera a tu coche? ¿te subirías con cualquiera que pudiera llevarte? Nada es lo que parece, nunca lo es. Las apariencias engañan. Llegar al punto más alejado les deparará sorpresas a ambas, quedarán desnudas una frente a otra, la cruda verdad quedará expuesta sin más.