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Julio-de-la-Rosa

Por Sandro Maciá.

Ser polifacético puede resultar tan atrevido como peligroso. Tan atractivo como repugnante. Tan llamativo como indiferente. Tan… tan como quiera uno, pues podríamos estar así hasta hacer una larga lista comparativa que, aunque podría ser casi infinita, nos lleva a una única conclusión: ser multidisciplinar es, más que una intención, un don.

Bien, llamémoslo don, cualidad o virtud. Lo mismo es. Lo que importa es, más allá de la intención que ponga uno en querer abarcar todo cuanto crea que es capaz, que éste nunca rozará la perfección en nada de lo realizado si no tiene ese “algo” que distingue a los artistas del resto de mortales, esa facilidad para cambiar de piel y seguir manteniendo su esencia.

Y así, envuelto en este aire de cambio de continente –que no de contenido- nos llega estos días, en forma de disco, un ejemplo de esa heterogeneidad de la que pocos pueden hacer gala en el transcurso de su carrera profesional: Pequeños trastornos sin importancia (Ernie Records, 2013), el nuevo trabajo de Julio de la Rosa, una aparente continuación de su anterior La Herida Universal (2010) que apunta maneras como para llegar a ser la obra cumbre de su andadura en solitario.

De la mano de temas como el amor, el desamor, los excesos y el trastorno en sí mismo, este Lp recoge diez canciones que golpean con fuerza al alma del oyente con versos incisivos –pongamos como ejemplo Colecciono sabotajes, track que abre el disco-, con melodías pop –que no por ello suaves, como puede verse en Un corazón lleno de escombros- y con combinaciones tan brutales como la música y la letra de Maldiciones comunes –un canto de rabia entonado con admirable elegancia y determinación-.

Además, si gratamente sorprende cada corte del disco, no se queda atrás su proceso de producción, pues Julio de la Rosa se ha rodeado de un buen número de compañeros de aventuras para dar forma a sus “trastornos” (todo ello tomando como cuartel general los estudios El lado Izquierdo con Dany Richter), como son: Josephine Ayling (Boat Beam), Bunbury, Ana Franco (Coffee & Wine), Nahúm García (Ciint), Miren Iza (Tulsa), Nieves Lázaro (J.F.Sebastian), Ainara LeGardon, Dani Llamas (Gas Drummers), Xoel López, Juan Alberto Martínez (Niños Mutantes), Hannot Mintegia (Audience), Miguel Rivera (Maga) y Anni B. Sweet.

¿Y la banda? Nada más y nada menos que estas voces han sido arropadas por “el ruido” de los chicos de Havalina –sí, has leído bien- al bajo, guitarra y percusión, por las baquetas de Jorge Fuertes (We are Standard), por las teclas de Abraham Boba y por las cuerdas de Pau Roca (La Habitación Roja).

No hay palabras. Superación en estado natural es el concepto que define a este cantante, compositor y –académicamente- cineasta que responde al nombre de De la Rosa y que puede presumir, además del presente trabajo, de haber compuesto bandas sonoras, de haber sido parte de la banda –injustamente tratada- El hombre burbuja, de haber escrito obras de narrativa… ¿Sigo?

 

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