“Con las uñas raspé el adjetivo hasta dejarlo vacío”
Por Deborah Antón
“Existen dos maneras de viajar: / Los que viajan con mapas. / Y los que lo hacen con espejos. // Los segundos, / ésos son los que no vuelven.” En este cuarto libro de poesía de la cubana María Elena Hernández Caballero asistimos a un viaje a lo largo de una imaginación desbordante. Nos acompaña la rebeldía del mundo natural, los recuerdos de familia, la figura de la mujer. La fortaleza del pasado, de lo místico.
María Elena Hernández Caballero es una autora culta, y va diseminando multitud de referencias en sus poemas. Encontramos a León Bloy, a Violeta Parra, a Cioran contra Chuang Tzu, a Quetzalcoátl, a Borges, a José Martí, a Benjamin Solari Parravicini. Recorreremos una cocina, sus cáscaras de mandarina, el deshielo, la cima de un volcán, la rebelión de los búfalos. Con suerte, podremos contemplar aquí nuestro retrato, repetido en todas partes.
La obra se abre con Otoño en la balanza, magnífico poema de entrada que rememora el “pensamiento-zorro” de Ted Hughes: las fuerzas de la naturaleza se alían para que pueda dar comienzo la escritura. Después, efectivamente, la rama se parte; el mundo, lo conocido, se escinde. Hay algo tierno en ello; también épico. Encontraremos las manos de la infancia hundiéndose en el recuerdo ancestral, en las raíces del suelo que pisamos. Con ella, también nosotros rasparemos el adjetivo.
La multitud de referencias, que podemos o no conocer, no nos impide disfrutar del gran lirismo de la autora, de su verso elegante, de su grandilocuencia a veces. También en otras ocasiones se nos antojará oscura, asilvestrada, pero segura siempre de sí misma. Conviene poner mucho de nuestra propia historia y de nuestra imaginación, participar de lo que nos cuenta, para disfrutar estos poemas en grado máximo.