Los abismos de Castán
Por Francisco Gómez
Esperaba con auténtica pasión de devoto la primera novela de Carlos Castán tras leer sus impresionantes libros de relatos «Frío de vivir» (1997), «Museo de la soledad» (2000) y «Solo de lo perdido» (2008). ¿Qué títulos, cierto? Sólo sus títulos te inducen a mil sugerencias, laberintos de posibilidades. Después leí su novela corta o texto narrativo o como quiera llamarse «Polvo en el neón» sobre la mítica ruta 66 y me decepcionó. No encontré al Carlos Castán que tanto me había fascinado, con personajes al borde de los límites y sus encrucijadas de ideas, pasiones, interrogantes y sentimientos. Un relato al que le faltaba fuerza que salvaban las sugerentes fotografías de Dominique Leyva.
Intuía que su próxima historia no me decepcionaría y la esperaba con unción de lector rendido de antemano y así ha sido.
«La mala luz » de Carlos Castán es una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo. Castán nos retrata a dos personajes al borde del abismo tras sus separaciones y el exilio interior a una nueva ciudad, Zaragoza, en la que espera un descoante amor que llevará a ambos al precipicio
Magnífica narración psicológica y emocional del amigo de Jacobo, un separado que huye sin encontrar luz a sus derrumbes. Las metáforas de Carlos Castán siguen poseyendo una fuerza, una belleza, devastadoras.
«El hogar es un niño sin pijama que corre a deshora el pasillo». «las cosas por las que daría mi vida no las tengo ya
o las he perdido o me he perdido yo». «En mis sueños me buscan un ejército de perrros y linternas»
La atmósfera que viven en casa de Jacobo, asaltado por los miedos y temores a ser asesinado que al final se confirman para viajar su amigo al fondo del otro, convertirse otro yo a través de los objetos y sus pistas y descubrir a Nadia y el final inquietante que nos deja los ojos al borde de la derrota. La mala luz. «La estética del pesimismo, los ecos de un Shopenhauer mal leído sonando de fondo, como un vilonchelo oculto en las sombras y ese universo bellísimo y oscuro, desbordado de venenos y paseantes solitarios, putas de Brassai, bebedores solitarios de Picasso y Degas, licor salvaje, lluvia en los callejones». «El futuro como un mapa de un tesoro ardiendo dentro de la bañera».
Castán nos regala unas imágenes, sugerencias inquietantes, descorazonadoras de las circunstancias actuales y su paisaje de indeterminación, escepticismo y desolación. «El tiempo ahora es un vasto país extranjero».
No dejen de leer, , por favor, capítulos «Vendrán un día los investigadores» y «El niño de las palomas»» (me ha hecho llorar) y «Puede que amor no sea la palabra» de la segunda parte donde indaga en las relaciones de pareja, sus encuentros, sus pasiones, sus incertezas y sus naufragios son metáforas que nos dejan sin aliento.
«La mala luz» ha iluminado estos días oscuros y desabridos de enero y febrero, en estos días de desenamorados y perdidos, de los derrotados como los personajes de la novela, que no van, que no vamos a ninguna parte.
Espero con fervor nuevas entregas de Castán.