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Los regímenes totalitarios son una imposición del terror

Por José Luis Sola

Si tuviera que escoger una palabra que sintetizara la obra sin duda eligiría TERROR. Los regímenes totalitarios, ya tengan ideología de izquierda o de derecha, tienen como denominador común la imposición del terror hacia todos los ciudadanos. Quizás usted haya notado que la palabra ideología estaba en cursiva, es así porque un régimen totalitario no tiene ideología, más bien está basado en lo que el líder piense en ese momento, tanto lo bueno como lo malo es consecuencia de los designios del líder, y es que si el líder lo dice está bien.

Mientras leía este ensayo me venían a la cabeza escenas de otros libros y obras del séptimo arte como Animal Farm o 1984, ambos de George Orwell, La vida es bella de Roberto Benigni o la autobiográfica Lista de Schindler de Spielberg.

El totalitarismo es un régimen donde los ciudadanos se encuentran aislados y donde el aparato del Estado es capaz de borrar hasta los recuerdos, no sólo es el hecho de que acaben con la vida de un ser humano, sino la posibilidad de eliminar el pasado y simular que una persona nunca haya existido. El líder quiere conocer todo de sus conciudadanos incluyendo aquello qué piensan, sus ideas, pretende ser un Gran Hermano, que controla y expulsa del sistema a todos los que piensan diferente. El líder es, sin duda, un Gran Hermano al que hay que obedecer y respetar. Para ello cuenta con la policía y más específicamente con los servicios de inteligencia que disponen de diferentes recursos psicológicos y sobretodo la posibilidad de ejercer la tortura (sin límites) para obtener de los detenidos las confesiones más peregrinas. Al final aquello más común como una relación de amistad, las relaciones familiares y las relaciones vecinales no existen y en el caso hipotético de que un conocido o un familiar estuviera detenido y a todas luces estuviera libre de toda sospecha, se inventaría datos inciertos y que pudieran incriminarle, lo importante se salvar la vida.

En el totalitarismo pensar es delito, porque la única función del ciudadano es obedecer, esta idea queda reflejada en la frase de George Orwell, “Doblepensar significa el poder de mantener dos creencias contradictorias en la mente simultáneamente, y aceptar ambas”, con lo que al hombre no le queda otra opción de obedecer ciegamente a aquello que inculca el partido.

Hasta aquí, de una forma bastante resumida las consecuencias del totalitarismo, pero cómo se llega hasta ese estadio de enajenación mental. La respuesta no es sencilla, tanto el nazismo como el stalinismo se asentaron en una época de crisis económica y conflictos bélicos, donde las necesidades básicas como la alimentación no estaban cubiertas, por lo que ambos (Hitler y Stalin) construyeron un discurso que canalizó la baja autoestima de la sociedad, un discurso embaucaudor de búsqueda de chivos expiatorios (los judíos y los enemigos de clase) que les llevó al poder.

Paralelamente no podemos obviar que en la fase de imperalismo y contínua expansión, tanto Hitler como Stalin buscaban conquistar el mundo, un mundo construido sobre la base de una gran mentira, en el caso de Hitler con la excusa de la superioridad de la raza aria, en el caso de Stalin sobre la luchas de clases.

Quizás la democracia no sea el mejor sistema, pero es el único que garantiza el pluralismo ideológico y donde pensar y expresar lo que se piense no es delito, otra cuestión es el modelo económico. Para evitar de nuevo este modelo de totalitarismo es necesario una educación rica en valores democráticos, de respeto y tolerancia y de participación política.

Los orígenes del totalitarismo es una obra de Hannah Arendt,  fue una politóloga alemana de origen judío y posteriormente nacionalizada estadounidense y cuya teoría independiente sobre el totalitarismo ha influido en el pensamiento del siglo XX.