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La hija única de Guadalupe Nettel. 

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por Vanessa Díez Tarí

La maternidad ha sido una cárcel para muchas mujeres aunque hubiera sido su mayor deseo. Después la vida con distintas piezas ha ido colocando los acontecimientos. Depresión, enfermedad, salud mental, maltrato … nadie te cuenta las crudas razones que hay detrás del abandono de un hijo, ni nadie puede entender cómo una mujer puede llegar a sobrepasar ciertos límites. Se juzga todavía a la mujer como dadora de vida y se la equipara al arquetipo de la madre, comparándola con la madre más venerada, la Virgen María. Ninguna alcanzará jamás tal perfección, pero la que intente alcanzar el reflejo también se perderá. El camino de la maternidad es una lucha, donde la mujer aparca parte de sí misma, quizá durante un tiempo, quien sabe si para siempre, pero la llegada de ese hijo la pondrá de frente con todos sus miedos y la hará crecer. ¿Podré protegerle? ¿Sabré hacerlo? ¿Me perderé? ¿Me culpará si no soy capaz? Y tantas y tantas dudas que la mente echará sobre el cansancio y las heridas. Sal sobre la sangre derramada pero también habrá calor y consuelo, a veces será duro pero será suyo.

Guadalupe Nettel con dos frases ha sabido sacarme una sonrisa con un final abierto a la posibilidad y a la esperanza. Y hasta aquí puedo leer. En “La hija única” Guadalupe Nettel nos habla de diferentes madres, vínculos distintos que reflejan maneras de vivir y vidas en los márgenes ante acontecimientos inesperados que a veces nos sobrepasan en la vida, dependiendo de cómo enfrentemos la adversidad saldremos más fortalecidos ante el cambio. En la primera parte parece más una simple espectadora que nos ofrece la maternidad de su amiga con una niña con problemas cerebrales y de la maternidad de su vecina con un niño con problemas de conducta. Según avanza la novela se va implicando más dejándose sentir y mezclándose con lo que sucede a su alrededor, para terminar descubriéndose a través de la relación con su madre. Comienza siendo una mujer de treinta con miedo al compromiso y que decide no ser madre para no perder el tipo de vida que tanto le ha costado conseguir, incluso se hace una ligadura de trompas para asegurarse de que nada cambiará, pero al rascar algo más nos damos cuenta de que siempre hay algo más detrás de una decisión así.

Incluso experimenta su propia maternidad a través de los cuidados que establece con su vecino, derribando el gran muro que evitaba que nadie llegara a ella. Es capaz de acercarse al fin a su madre y su madre le confiesa que entiende ahora su rechazo a la maternidad, al mismo tiempo que le dice lo que tuvo que sacrificar ante sus dos embarazos. Guadalupe Nettel no nos da una versión amable de la maternidad, no disfraza nada. Habla del cansancio hasta la extenuación, de la posibilidad de la muerte, de la pérdida, de los sacrificios, de la depresión, del distanciamiento de la pareja … de fondo también aprovecha para hablar de los feminicidios en su país y del feminismo, este último como herramienta de cambio y camino de transformación de las mujeres.

Guadalupe Nettel con una prosa clara y concisa a través de capítulos cortos nos va llevando de una mujer a otra, nos ofrece los tragos con mayor o menor intensidad, hace sencillo lo que realmente no lo es. Nos deja ver qué hay detrás de casos graves donde los padres llegan al límite de sus fuerzas y recursos. Revela el rostro de esos niños y cómo se ha llegado hasta ahí. Esta voz mexicana la tendré muy en cuenta para futuras lecturas. Autora muy recomendable.

 

La hija única de Guadalupe Nettel
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