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Todo arde, de Nuria Barrios.

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por Lara Vesga

Lolo es un adolescente recién llegado de un curso de un año en Irlanda. Durante todo ese tiempo no ha tenido apenas noticias de su hermana Lena, una joven de veinticinco años que se fue de casa por sus problemas con las drogas. Ahora que está de vuelta en Madrid, Lolo la busca desesperadamente. Quiere que vuelva. Quiere que todo vuelva a ser como antes. Quiere que sus padres vuelvan a ser los de antes. Antes de que la droga arrasara con todo. 

En «Todo arde» es la droga la que marca los tiempos. No solo por el antes y el después en la vida de los hermanos sino que constantemente acelera o frena el ritmo de la novela. El lector detecta cómo todo se ralentiza cada vez que Lena se droga en el poblado donde vive. También como todo se desentumece cada vez que recobra el sentido.

Se hace duro acompañar a Lolo en su empeño por sacar a Lena de aquel lugar. El chaval no deja de ser un niño inocente y confiado. Frustrado por la situación. Entre la espada y la pared que suponen sus padres y su hermana. Inseguro en gran parte por sus problemas de tartamudez, que se agravan en situaciones de nerviosismo y estrés. Aun así se adentra en el poblado para vivir una noche que le parecerán miles. A él y a nosotros. Lolo solo, con su hermana fuera de combate en algún fumadero perdido, tendrá que lidiar con seres de todo tipo que deambulan a la búsqueda de droga o de dinero para comprarla. Seres que roban por la droga. Que matarán por ella si es preciso.
Es su ignorancia y la malicia de los personajes del poblado la que le llevará incluso a tomar una decisión que aunque parece la más inocente del mundo, podría suponer una lucha entre clanes en la que él, una vez más, estaría peligrosamente en medio.

Nuria Barrios (Madrid, 1962) ha escrito un libro que como su título indica, arde en las manos. «Todo arde habla de un tema en parte tabú, como es el de la drogadicción. Un tema del que no se sabe tanto como se cree saber.
El humo parece salir de entre las páginas como lo hacen las decenas de fogatas del poblado. El ambiente irrespirable de los fumaderos también lo inunda todo. Y los personajes no hacen otra cosa que vender humo. Decir una cosa y hacer otra. La constante decepción que siente Lolo se extiende al lector. Quieres creer a Lena, quieres creer que hay una salida, quieres pensar que otra vida es posible… Pero cada vez que la chica recupera la lucidez, tan solo son unos instantes los que dura la esperanza. Hasta el siguiente chute.

Quizá su hermano consiga lo que nadie ha conseguido antes. Quizá su amor, su fe y su inocencia consigan que Lena vuelva a casa y se desenganche en un centro. Lolo no se irá de allí sin ella, le cueste lo que le cueste. Y si para ello tiene que arder todo, que arda.

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