El ladrón de rostros de Ibon Martín
por Lara Vesga
Oñati es uno más de los múltiples pueblos confinados a causa de la pandemia provocada por el Covid. En pleno encierro de sus habitantes debido a la alta incidencia del virus, el cadáver de una mujer horriblemente mutilado aparece en sus inmediaciones, en una pileta labrada en roca y llena de unas aguas a las que los antiguos vecinos de la zona les atribuían poderes como el de la fertilidad.
Ane Cestero y la Unidad de Homicidios de Impacto acudirán al lugar para tratar de resolver un caso tras el que parece haber un peligroso asesino ritual obsesionado con reproducir las figuras de los apóstoles que el escultor Oteiza esculpió en la fachada de la basílica de Arantzazu y cuya macabra seña de identidad consiste en realizar copias de los rostros de sus víctimas en el momento exacto de su muerte.
Ibon Martín (San Sebastián, 1976) regresa a lo grande con la esperada tercera entrega de la serie protagonizada por la suboficial de la Ertzaintza Ane Cestero. El ladrón de rostros consagra aún más, si cabe, al autor de suspense “euskandinavo”, término acuñado por él mismo que engloba al thriller situado en Euskadi, tras haberse convertido en la primera novela del autor que se ha colocado como la más vendida en España.
Convertido ya por méritos propios en uno de los grandes estandartes del género negro en castellano, Ibon Martín vuelve a atraparnos en una lectura siguiendo su especial fórmula: a la vez que engancha con una trama absorbente y genialmente orquestada que no deja ningún fleco suelto, nos traslada de lleno, como si de una guía de viajes se tratara, a los escenarios de la novela que tan bien conoce y tan bien sabe promocionar, gracias en parte a su experiencia como escritor de libros y guías turísticas.
A través de su particular universo construido a base de poderosas ambientaciones, investigaciones criminales, personajes labrados con mimo cuyos trasfondos se van descubriendo novela a novela, asesinos cuyas mentes se nos desgranan hoja a hoja y denuncia de temas de actualidad, Ibon Martín logra que lo peor de sus novelas, incluida El ladrón de rostros, sea lo poco que duran y lo larga que se hace la espera hasta la siguiente entrega.