Cuadernos del Laberinto, colección Anaquel de poesía
Por Deborah Antón
Este nuevo poemario de María José Cortés (el tercero publicado, si la memoria no me falla) se inaugura con una acertada cita de José Ángel Valente, que dice así: “Un poema no existe si no se oye, / antes que su palabra, su silencio”. Y digo que es acertada porque, si bien el silencio debería rodear más consistentemente la poesía en general, desde luego el silencio rodea la poesía de María José. Y no quiero decir con esto que la autora se inscriba dentro de la corriente de la “poesía del silencio”, signifique eso lo que signifique; me refiero al hecho de que la autora evita utilizar cualquier elemento que no aporte algo al poema. Cada verso, cada imagen, cada sentimiento, se encuentra concentrado. Los poemas de María José son poemas breves, concisos, que dicen lo justo; y no “justo” como escaso, sino como exacto.
Resulta curiosa la utilización de los títulos: estos suelen enunciar de manera breve el referente del poema. “La sien”, “La lluvia”, “Furia”, “Un vecino”, y ya. La autora no da mucha importancia a estos aspectos paratextuales, hasta el punto de que, en su anterior poemario, Palabras derramadas, los poemas no llevaban título alguno. Aunque esto no es muy importante, lo comentamos a modo de anécdota y, si acaso, para subrayar la sencillez esencial que acompaña a la obra de esta autora.
En Cicatrices de asfalto, la poesía habita todo aquello que podemos tocar, y se sitúa en el espacio urbano de Madrid; así lo vemos en poemas como “Conde Duque”, “Princesa”, en las menciones a la Plaza de Oriente, a Ópera, etc. La ciudad es el medio en que vivimos, en el que tenemos que convivir, y resulta para nosotros tan hostil como humana, tan llena de vida como de premoniciones. La cicatriz se convierte en la prueba de que seguimos adelante.
Como colofón encontramos una pequeña parte en el libro, llamada “Luvetia”, que merece un apartado y casi un telón propios por el crescendo que supone con respecto al resto de la obra. Aparece aquí uno de los poemas que más gustan a la que escribe estas líneas, poema que obedece al concepto con el que abrimos esta reseña y con el que comienza el propio poemario: el silencio. “Hay quien necesita llenar el silencio de palabras / y quien prefiere escuchar su sonido. / Hay transmisores de ideas / y buscadores de sentido”.
Es un poemario delicioso; no se lo pierdan. Y, sobre todo, si tienen ocasión, vayan a verla leer: María José Cortés es una poeta que defiende sus poemas con una intensidad espectacular