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Johnny B. Zero lo tiene claro: They Have It, That’s Why We Don’t Have It.

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por Sandro Maciá

Rock valenciano en siete pulgadas

Se estrecha el cerco. Resulta complicado, en una época donde la ebullición musical pasa por el indiscriminado lanzamiento de singles, seguir descubriendo nuevas propuestas que no terminen perpetuando estilos ya de sobra conocidos o trabajos que llegan con el aval de una canción que, si bien parece suculenta, viene seguida de un disco más soso que una tostada sin aceite.

Muy complicado, la verdad. Pero ahí está la gracia, amigos. En que de igual modo que puede reinar el pesimismo en lo que a descubrimientos se refiere, también podemos presumir, en algunos casos, de que nuestro olfato,  ya más entrenado que cualquier tester de colonias, sea capaz de evadir los fuertes olores que se impregnan en el panorama musical para percibir esos pequeños aromas que, tan resultones ellos, nos llevan a la detección de fragancias como la que hoy nos deleita: la de una banda que, desde su valencia natal y haciéndose llamar Johnny B. Zero, lanza un 7» con dos temas dignos de inspirar y expirar tantas veces como queramos.

¿Nos fatigaremos? ¡Qué va! Porque su estilo puede ser inhalado sin problemas. Sin aspavientos ni agobio. Como una buena fragancia que tiene por nota principal un rock futurístico aderezado de toques políticos y sentimentales. Tal cual. De hecho, no es casualidad que su trabajo se haya titulado They Have It, That’s Why We Don’t Have It (Au! Records, 2019). Ni pensarlo.

Y como prueba, la primera de las caras del disco en cuestión, cuya superficie recoge un homónimo corte donde se puede apreciar la esencia de los directos del grupo, ese modo típico que los Johnny B. Zero saben desarrollar con rockeras guitarras y perceptibles y concretas parcelas sonoras que, a base de otorgar a cada instrumento un protagonismo propio, van encajando como un puzzle, donde todas las piezas encolan con unas voces que en este caso, aunque más cercanas al terreno funk, narran una letra realísticamente preocupante –véase, como ejemplo: “It doesnt matter what we do cause / They have it and that is why we dont have it”-.

Tras él, en la cara B, llega el contrapunto. Frienz. El toque más sentimental –que no menos realista-, una “reflexión melancólica acerca de la amistad y de la pérdida del idealismo”, como ellos mismos presentan, donde el concepto responde a un mayor relax, con bases de timbales y un sintetizador como elementos estructurales de una canción que, en sus más de cinco minutos de duración, no aburre, sino que anima a seguir enganchado a versos tan ciertos como “Don’t leave me here waiting / You said, my friend, it wouldn’t end” o “You broke me into pieces / Of filthy parts for golden times”, crudos pensamientos que, por suerte o por desgracia, planean sobre la amistad más a menudo de lo deseado.

Dos partes para un todo. Y un todo para seguir disfrutando de esta “extraña” formación –compuesta por batería, sintetizador, saxo y guitarra-, ya sea en estos flamantes temas o en trabajos como su laureado Suicide Watermelon Stories (2018), con el que formaron parte de la promoción 2018 de Hoy Empieza Todo, llegando a ser nominados, junto a bandas míticas valencianas como La Habitación Roja, en la categoría de Mejor Disco de Rock en los I Premios Carles Santos de la música valenciana.  Tela marinera.