Tienes que mirar de Anna Starobinets.
por Vanessa Díez Tarí
Salvados abrió la caja de Pandora con el aborto. Treinta años sin practicar un aborto en Murcia. Aunque sea por causa médica y en un tribunal se haya dispuesto que no es apto para la vida ninguno de sus médicos en Murcia estará dispuesto a finalizar el embarazo. La objeción de conciencia está por encima de los derechos de la gestante. La mujer sigue siendo un medio para un fin y no un ser humano con derechos y sentimientos. Se la deriva a otras comunidades autónomas, si sucede no quieren verlo, pero tampoco se aseguran de que sea de la mejor forma. No se aseguran de que las medidas sean higiénicas, ni de que los gastos de transporte y alojamiento sean cubiertos en su totalidad. La pecadora ha elegido su calvario. Debe tener su penitencia. No lo dicen pero las mujeres sienten el abandono del sistema. No estamos hablando de aquellas deshauciadas por los creyentes, aquellas que deciden llevar a término su embarazo antes de los tres meses, si no de aquellas que querían ser madre y una malformación a las veinte semanas les trunca la vida y no les deja seguir con su feliz proceso. Aquellas son apartadas del rebaño en aquel momento, a su suerte, las otras sabían que serían repudiadas. Ni ayuda psicológica durante el proceso, ni centros adecuados. Ni un circuito de profesionales que estuvieran dispuestos, porque la técnica sí se conoce, es la misma que en un parto, pero el feto nace muerto. La falta de humanidad nos define, no se avanza.
Turbada, atormentada y sin cordura. En “Tienes que mirar” Anna Starobinets nos habla de su propio proceso de pérdida. E incluso se justifica en el prefacio por convertirse en protagonista de su propio cuento de terror, no es lo mismo inventar historias que abrir el alma. Su segundo embarazo no pudo llegar a buen puerto por una malformación en los riñones. La autora se abre en canal. Nos adentra en cada prueba médica, en cada dura decisión, en cada rincón oscuro. Se pierde en el hospital tras saber los nefastos resultados. Había ido sola y en aquellos pasillos se desorienta. Los especialistas dicen una y otra vez “no puede llegar a término”. Ella que había apartado su dinero para poder ir a las clínicas privadas y no al hospital público se ve abandonada en la cuneta. Los doctores del sistema privado amenazaban a las madres que no cumplían con sus instrucciones diciéndoles que irían al hospital local donde los pobres y yonquis. Y la grotesca broma del destino es que ninguno de aquellos ilustres doctores estaba dispuesto a hacer lo que hubiera que hacer, para dar a término un embarazo sólo se podía ir al hospital local, entonces ya eran grandes profesionales preparados para ello. Coger el dinero sí, pero no practicar un aborto. No importa que la mujer haya estado pagando ecografías carísimas, si ya no es una de las elegidas saldrá del paraíso para ir al hospital de pobres y yonquis. El infierno se deja en manos de los pobres que son los que siempre han estado preparados para el calvario y la lucha.
Nos compara Rusia con Alemania. Finalmente tuvo que abortar en Berlín en una clínica privada. En Berlín existía un protocolo estándar que incluía tanto la intervención, las pruebas, el psicólogo y el entierro del bebé. E incluso allí se debate entre seguir o no. Tomar la decisión más difícil. Una madre que pierde a su bebé seguirá siendo una madre, pero no podrá abrazarlo entre sus brazos, ya desde el nacimiento le será arrebatado. El proceso de duelo es largo y amargo, que el sistema cierre los ojos no ayuda. Ingresar a las mujeres en sanatorios o imponer que vivan empastilladas no ayuda en el proceso de pérdida. No querer ver la oscuridad del dolor no significa que no esté ante nosotros. Cada mujer que se queda sin un hijo sea decidido o impuesto se verá al filo del abismo. Estará sola ante la oscuridad. Su camino será dentro del laberinto enfrentándose al monstruo y si no somos capaces de tenderle el hilo de la salvación que la una a la realidad será devorada por su propio monstruo y se verá abocada a la locura.
“Tienes que mirar” es un valiente relato del trauma de una mujer, por desgracia muy necesario. Anna Starobinets nos cuenta que cuando va a Berlín la psicóloga le dice que hay libros que hablan de estos temas de pérdida y ella se sorprende, en Rusia no existen. En España no somos tan distintos. Ahora estamos empezando a crear nuestras historias sobre el trauma femenino. Historias silenciada de abusos y también de abortos. Sobre un aborto tras la semana veinte me llegó durante las últimas semanas “Un nombre de guerrero” de Laura Muñoz, la autora en la contra ya nos advierte al referirse a la semana veintidós “esa última frontera en la que una madre deberá afrontar la decisión más difícil de su vida. Un nombre de guerrero nos revela una realidad profundamente triste y perturbadora, pero lo hace mostrando una ternura infinita”. Anna Starobinets muestra parte de esa ternura durante el proceso de duelo, cuando es capaz de salir de la oscuridad. Un año después de su viaje a Berlín regresan en familia y al fin son capaces de acudir al cementerio y honrar a su bebé. Despedirse de los muertos es necesario. Quien no recuerde a sus muertos dejará que vaguen por el inframundo e irá con ellos sin descanso, sin poder encontrar sosiego.