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Olalla de Robert Louise Stevenson

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por Ana Olivares

Olalla de Robert Luis Stevenson

Olalla de Robert Luis Stevenson

Leyendas casi reales.

En esta ocasión os presentamos una de las historias más estremecedoras de este célebre autor, conocido por La Isla del Tesoro o El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Pese a que el estilo de Stevenson es inconfundible, la podemos englobar en las fabulosos cuentos y leyendas que tanto Edgar Alan Poe como nuestro Bécquer nos quisieron brindar en una época en la que las historias góticas ocupaban la mayoría de los hogares, en los que se disfrutaba del folklore popular bajo ambientes tétricos y siniestros.

Un legado de clásicos que hasta el momento continúan siendo inalterables con el transcurso de los años, de los siglos y que definitivamente, nunca pasarán de moda.

La atmósfera nos envuelve como el propio aire que azota el caserón de monte en el que se asienta esta historia. Nada menos que en un lugar recóndito de España, donde un veterano de guerra decide pasar unos meses para poder recuperarse de sus heridas. Él es el extranjero, ajeno a las costumbres del lugar; aunque pronto se siente perdidamente atrapado entre sus rudas paredes que recuerdan el lejano esplendor de una familia de gran renombre venida a menos. El trato que le propone quien le aconseja hospedarse allí es muy simple, gozará del clima y de su estancia en la montaña cobijado en una gran casa casi palaciega, pero sin mantener contacto con sus propietarios. Una madre viuda y sus dos hijos caídos en desgracia, a los que apenas ve y que al principio considera vulgares, irán despertando en él una curiosidad insaciable, sobre todo por los extraños ruidos que comienza a escuchar en la noche.

En una habitación austera, pero provista de una gran chimenea y una cama confortable inicia su rehabilitación alternándola entre lecturas y paseos por la naturaleza. A estas salidas, en ocasiones se suma Felipe, el fornido joven de pocas luces que se encarga de suministrarle alimento y de servirle de guía; incluso de entretenerlo con sus indescriptibles verborreas, casi le inspira lástima, aunque en ocasiones se muestra demasiado salvaje como para pensar que albergue un alma humana. Pronto se da cuenta que la posible endogamia de sus ancestros, pudo ser la causa de ese cascarón casi vacío de los últimos miembros de esa extraña familia. También descubrirá la indiferencia de la señora de la casa, que goza de una gran belleza, como su hijo; pero aparenta ser un animal carente de intelecto, algo más dócil y ensimismada. Conforme pasan los días, va descubriendo a través de la galería de viejos retratos que todavía visten aquellas estancias austeras, la gran gallardía y hermosura de la que gozaron todos ellos. Por último, existe Olalla, la hija, a la que aún no ha tenido la oportunidad de ver, y puede que ni siquiera lo haga ya que seguramente haya heredado la misma tara familiar…

Una noche mecida por el viento atronador que arrastra polvo y tierra a su paso, escucha unos ensordecedores gritos, casi inhumanos que salen de una de las habitaciones de la casa. No es consciente del peligro, lo mueve la curiosidad y el deseo de aplacarlos, de conocer quien se esconde tras ellos y en ese momento es cuando al fin se topa de bruces con la misteriosa Olalla. Su belleza lo atrapa hechizándolo, se enamora a primera vista y casi sin esperarlo, comparte la misma belleza de su estirpe, pero resulta que mantiene la mente intacta. Apenas ha cruzado unas palabras con ella, pero por su elocuencia, se da cuenta enseguida que no es capaz de permanecer ajeno de su presencia y trata de encontrarse con ella por los pasillos o tal vez por los caminos por los que suele pasear cada día. Nuestro protagonista es consciente de las habladurías del pueblo, pero no hacen más que ahondar el misterio de esos ojos ambarinos, de pupilas dilatadas y de un abundante cabello cobrizo con la que la genética de esa familia está marcada. Son testigos casi fantasmagóricos de la gloria que una vez tuvieron. La enigmática y casi onírica joven parece luchar contra esa parte oscura que la precede, y pese a mostrarse como una cristiana que vive aislada, se intuye un alma capaz de discernir y plantearse cuestiones existenciales que dominan la mente de los más curiosos.

Aquí no solo se hace alusión a la dualidad entre el bien y el mal, sino que se tratan cuestiones de índole más abstractas y elevadas que tienen que ver con las pasiones del alma, con los orígenes y con el destino de cada ser. A través de estas conversaciones, aunque lo intuíamos desde el principio, descubriremos que se trata de un relato de licántropos.

Un caserón aislado en un remoto monte de España, tintes exóticos que respondían al gusto literario de aquella época. El hecho de que el protagonista sea un veterano de guerra no difiere mucho de el reposo y la cantidad de viajes que nuestro autor tuvo que hacer para hacer frente a la tuberculosis que sufrió durante gran parte de su vida, por lo que su protagonista, que es el propio narrador adquiere aún más veracidad. Y como no, la genialidad de sus descripciones concisas y enormemente ricas hacen que la novela sea muy visual y nos atrape en ese ambiente lúgubre y alejado de la civilización.

¿Conseguirá nuestro protagonista ser correspondido por Ollala? ¿Alejará de ella el funesto legado familiar? ¿Acaso saldrá victorioso de su lucha interna entre la pasión y la moral? Y lo que es más importante, ¿Logrará escapar de la amenaza que se cierne sobre él por haber perturbado el aislamiento de esta inquietante estirpe salvaje?

Un relato absorbente que te mantiene alerta desde la primera página.

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