Ballenas invisibles de Paula Díaz Altozano
por Rubén J. Olivares
Hay libros que nos persiguen con la fuerza de lo invisible, como un eco lejano en el océano o una sombra bajo la superficie. “Ballenas invisibles” el luminoso ensayo de Paula Díaz Altozano publicado por Barlín Libros en su segunda edición de 2025, es uno de esos textos que se instalan en la memoria con sigilo, como si la lectura misma fuera una forma de avistamiento. En sus páginas no solo se busca a la ballena —ese ser mitológico, científico y literario a la vez—, sino también algo más esquivo: la huella que deja en quienes la imaginan sin verla.
Con un tono que oscila entre la crónica de viaje, la meditación ecológica y la introspección poética, Díaz Altozano nos invita a sumergirnos en un territorio narrativo donde la naturaleza es tanto escenario como espejo. Es un ensayo que se mueve como las grandes ballenas: en calma aparente, con hondura, cargado de historias y de silencios. A medio camino entre la tierra firme del conocimiento y el mar incierto de la emoción, este libro nos recuerda que no siempre es necesario ver para creer, pero sí para comprender.
“Nunca he visto una ballena”, confiesa Paula Díaz Altozano en las primeras páginas, y esa simple frase se convierte en brújula y motor de todo el ensayo. A partir de esa ausencia —más simbólica que literal— “Ballenas invisibles” despliega un viaje físico y emocional que la lleva a distintos rincones del mundo donde se avistan cetáceos: las Azores, Islandia, Perú, las Islas Canarias… Pero lo que la autora persigue va más allá del avistamiento: busca comprender qué representa ese animal colosal, misterioso y ancestral en nuestra imaginación colectiva, y qué dice de nosotros el hecho de seguir soñando con él.
Díaz Altozano convierte su experiencia en una travesía literaria, científica y filosófica. Por momentos viajera inquieta, por otros lectora voraz, también hija, mujer, observadora; entrelaza mitos antiguos con datos biológicos, fragmentos de su vida con citas de Melville, testimonios de naturalistas y pensamientos propios que surgen a bordo de barcos, en aeropuertos vacíos o al mirar el mar sin recompensa. La ballena, entonces, se vuelve muchas cosas: pregunta, espejo, promesa. Y el libro, lejos de ser un simple compendio de datos o anécdotas, se convierte en una exploración sobre la paciencia, la expectativa, la fe en lo que no se ve.
El argumento se construye sin estridencias, como un oleaje constante que nunca pierde profundidad. No hay clímax ni giros dramáticos, pero sí una tensión sostenida: la de quien espera ver algo que quizás nunca aparezca, y sin embargo encuentra en esa espera el sentido mismo del viaje. Así, “Ballenas invisibles” nos enfrenta a una pregunta tan antigua como necesaria: ¿qué es lo que realmente buscamos cuando salimos al encuentro de lo desconocido?
La prosa de Paula Díaz Altozano no navega: flota, ondula, se sumerge. Es un estilo que rehúye la velocidad del ensayo informativo y abraza el ritmo pausado de quien contempla más que explica. Su escritura no pretende deslumbrar con hallazgos grandilocuentes, sino acompañar al lector como una marea suave que, sin estruendo, lo arrastra a lo hondo.
El texto está impregnado de un lirismo contenido, elegante, que nunca cae en el exceso. Las imágenes surgen con naturalidad, como si la autora pensara con los ojos abiertos al paisaje, o como si hablara en voz baja mientras el mar responde en la distancia. Esa capacidad para traducir la contemplación en palabras convierte cada página en un ejercicio de presencia: el lector no solo lee sobre ballenas, sino que las escucha, las intuye, las espera.
Una de las virtudes más destacables del estilo de Díaz Altozano es su delicado equilibrio entre lo erudito y lo íntimo. Las referencias literarias, mitológicas o científicas están tejidas con suavidad, sin alarde, integradas en un discurso que fluye con naturalidad. Así, “Ballenas invisibles” se convierte también en un mapa de lecturas y saberes, pero sin imponerse: más invitación que cátedra, más rastro que lección.
El tono confesional, cercano pero nunca invasivo, aporta una dimensión humana que redondea la experiencia de lectura. No se trata solo de ballenas, ni de viajes, ni de literatura: se trata de cómo una mirada —curiosa, humilde, persistente— puede transformar lo invisible en algo que nos toca, nos nombra, nos duele incluso.
En un panorama literario donde a menudo se confunde el estilo con el artificio, Díaz Altozano demuestra que escribir bien no es adornar, sino afinar. Su estilo, como una ballena que emerge sin anunciarse, deja una estela que permanece mucho después de la última página.
Leer “Ballenas invisibles” es aceptar una invitación a mirar el mundo —y mirarnos dentro— con más atención y menos prisa. No es un libro que se devora: es un libro que se escucha, como quien aguarda en cubierta el salto improbable de un animal mítico. Paula Díaz Altozano no nos promete respuestas, pero sí preguntas hermosas, y nos recuerda que la belleza, a veces, se revela justo en aquello que permanece oculto.
En tiempos donde todo parece exigir visibilidad inmediata, este ensayo nos habla con ternura y firmeza del valor de lo que no se ve, de lo que se espera, de lo que se imagina. Es una lectura para quienes disfrutan del silencio entre frases, del pensamiento que se posa, de la literatura que no solo informa sino transforma.
Recomendar “Ballenas invisibles” es recomendar un momento de pausa, una travesía tranquila hacia los territorios de lo incierto. Quien lo lea no solo aprenderá sobre ballenas, sino sobre la profundidad de los vínculos invisibles que nos unen al mundo natural, a la memoria, y a la esperanza de ver, aunque sea una vez, lo que parecía inalcanzable.