Una habitación propia de Virgina Woolf
por Gemma Juan
“Una habitación propia” de Virginia Woolf es un clásico que todos debemos leer. Ya llevaba tiempo en mi lista de pendientes y por fin ha llegado el momento. Eso sí, aconsejo antes de leer este ensayo, conocer también el contexto de la época.
En 1928 a Virginia Woolf le propusieron dar una serie de charlas sobre el tema de la mujer y la novela. Lejos de cualquier dogmatismo o presunción, planteó la cuestión desde un punto de vista realista, valiente y muy particular. Así, publicado en 1929, “Una Habitación Propia” aborda cuestiones fundamentales relacionadas con la posición de la mujer en la sociedad y, más específicamente, en el ámbito literario.
La autora parte de una premisa intrigante: ¿Qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas? Independencia económica y personal y una habitación propia, para poder desarrollar plenamente sus talentos artísticos e intelectuales, sin ser interrumpida constantemente.
Un ensayo con más de noventa años que sigue de absoluta vigencia, ya que sobre todo, invita a reflexionar sobre la evolución del feminismo, pudiendo comparar cómo era la situación hace 100 años y cómo es ahora. Sin ninguna duda, Virginia Woolf fue una mujer con una mente muy avanzada para su tiempo. A lo largo de este ensayo, que es todo un alegato feminista, podemos ver cómo su postura empieza a definirse intentando dar respuestas a algunas preguntas muy oportunas:
- ¿Por qué era un sexo tan próspero y el otro tan pobre?
- ¿Qué efecto tiene la pobreza sobre la novela?
- ¿Qué condiciones son necesarias para la creación de obras de arte?
- ¿Puede el sexo del novelista influir en su integridad?
Realmente lo que me parece fascinante son los matices históricos que hacen que el tema de la condición femenina y la enajenación de la mujer en la sociedad no hayan perdido ni un ápice de actualidad, reivindicando un tema muy necesario aún en nuestros días. Han pasado casi cien años desde la publicación de este ensayo y aún seguimos persiguiendo muchas de las reivindicaciones que Virginia Woolf denuncia aquí con mucho acierto.
A medida que avanza el ensayo es más evidente que “hay que tener quinientas libras al año y una habitación con un pestillo en la puerta para poder escribir novelas o poemas” pero también se torna fundamental otro elemento en este proceso creativo: el tiempo para leer y escribir.
Y si estos tres elementos (tiempo, espacio y dinero) son difíciles de lograr para algunos hombres, “para la mujer (…) estas dificultades eran infinitamente más terribles. Para empezar, tener una habitación propia, ya no digamos una habitación tranquila y a prueba de sonido, era algo impensable aún a principios del siglo diecinueve, a menos que los padres de la mujer fueran excepcionalmente ricos o muy nobles (…) La indiferencia del mundo, que Keats, Flaubert y otros han encontrado tan difícil de superar, en el caso de la mujer no era indiferencia, sino hostilidad”.
Así, señala Woolf que mujeres como Jane Austen, Eliot o las hermanas Brontë “eran tan pobres que no podían comprar más que unas cuantas manos de papel para escribir Cumbres borrascosas, Jane Eyre o Middlemarch” y escribieron sus grandes novelas en las salas de estar de sus casas, donde el ruido y el jaleo dificultaban la concentración.
El capítulo inicial cuesta un poquito (muchito), pero luego todo mejora. Por lo que si te sientes un poco desubicada a lo largo del primer capítulo, no desistas, porque a partir del segundo capítulo se pone mucho más interesante. Una vez superado ese arranque disfruté mucho dentro de la mente de Virginia Wolf porque admiro su capacidad de análisis y la forma en la que plasma todos esos pensamientos sobre el papel. Es cierto que en ocasiones la línea de sus argumentos se ramifica y va… y vuelve… y parece como que cuesta seguirla, pero de verdad, aunque hay partes que son un poco densas, hay mucha sustancia y merece la pena por la reflexión final.
«Cierra con llave tus bibliotecas si quieres, pero no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente.»
Como conclusión, creo que este ensayo es imprescindible para aprender más sobre los inicios del feminismo consciente. Virginia Wolf escribe con inteligencia, sensibilidad y una pizca de humor para reivindicar la situación de la mujer en la literatura y en la historia. Si hemos llegado hasta aquí, es gracias también a mujeres como ella. Lástima de su suicidio. Ojalá llegue el día en el que haya IGUALDAD de derechos y oportunidades. ¡Nos urge este mundo mejor!