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Lo nuevo de Casadelava

Por Sandro Maciá

A priori, a mi lo de hablar de “último” y “final”, además de no dárseme muy bien, me genera más reparo que otra cosa. Pero, siendo sensatos… ¿acaso no es absurdo temer a esto cuando, más allá de mi irracional rechazo a cruzarme con el triste “the end” en aquellas cosas que me gustan, se de sobra que no hay música que acabe muriendo?

Por supuesto. Sin duda. Por eso, llega el momento de zamparme todo arrepentimiento que me suponía –antes- el fijarme en aquellos proyectos que ya nacen bajo la premisa de no ser perpetuados y pasar a disfrutarlos salvajemente, sin prejuicios ni miramientos, sabiendo que aunque no tendrán continuación, no serán olvidados; sabiendo que, si algo es digno de mención, seguirá siendo mencionado.

Y eso es justo lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá con lo me tiene enganchado estos días hasta el punto de tener agujetas en los tímpanos, es decir, con un proyecto que ya cuenta con la exclusividad como indicio de inmortalidad. Un trabajo característico y propio que firma Ramón Ayala –escondido tras el pseudónimo de Casadelava, posterior a su incursión en el mundo de la música como Färo-Dokument- y que, titulado Últimas canciones (2016), llega de la mano de Repetidor Records con la previa firme advertencia de ser un Ep donde “no hay banda, no habrá siguiente álbum, ni presentación, ni concierto”.

¿Contundencia? Total. Sin embargo, esto no resta belleza al proyecto, sino todo lo contrario, pues en cada una de las seis canciones que componen el disco puede apreciarse la clara dedicación que Ayala, cineasta además de músico, ha prestado a estos temas “para el gran público”, creando un universo sonoro elaborado a partir de media docena de retratos, de imágenes –a veces oníricas, a veces exactas- y de vitales cantos a la ficción, al exhibicionismo y al culto a la belleza de lo espiritual y lo carnal.

Claro ejemplo de dicho viaje sensorial y artístico –no olvidemos que la parte conceptual también se cultiva en Últimas canciones, donde la música y el verso, como artes que son, se tienen muy en cuenta para ir vertebrando cada tema a partir de una métrica, melodía y estructura concreta-, es palpable en los propios títulos de sus cortes –observemos que estos van desde La Fe hasta El viento, pasando por Bautizados, La conquista de las Galias, Roma y Vestir santos- y en su contenido, donde a modo de susurrante dedicatoria envuelta entre arpegios de cuerda, aires folk y giros inesperados a golpe de sintetizador, el artista pone de manifiesto su fascinación por la poesía mística del Siglo de Oro y por la espiritualidad y erotismo de Paul Eluard y Georges Bataille, siempre manteniendo una perspectiva observacional, como buen admirador del director de cine Frederick Wiseman.

Grabado, producido y mezclado con Daniel Ardura y Toni Sistaré en Lazy Studio, (Igualada) y masterizado por Víctor García en Ultramarinos (Barcelona), Últimas canciones cuenta con artwork de Kimberley Tell y del propio Ramón Ayala, colofón que hace brillar un disco que, siendo fieles a lo que dice Casadelava La conquista de las Galias -“la verdad es la que manda”- derrocha sinceridad sin perder un ápice de elegancia.

Suave, pero certero.

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