Violación Nueva York de Jana Leo.
por Vanessa Díez
Ellos llegaron. Cogieron mis brazos e inmovilizándome se abalanzaron sobre mi. Me dieron un golpe sobre la cabeza para que no gritase porque había mordido una de las manos que intentaba taparme la boca. De fondo escuchaba una voz de mujer, era mi hermana, diciendo cómo se tenían que hacer las cosas. La violencia subió. Apretaron mi cuerpo contra la pared y se aplastaron sobre mí, uno primero, el otro después. Eran adolescentes, yo tan sólo una niña. Cuando intenté explicarle a mi madre aquello a sollozos me soltó una bofetada y me llamó guarra. Nadie dijo nada sobre la mesa. Nunca dijeron nada. Yo tan sólo comí rabia desde entonces.
El cuerpo de la mujer ha sido humillado desde los inicios. Para el hombre en muchas ocasiones la hembra ha sido una posesión. Como suya podía hacer con ella lo que quisiera, incluso golpearla. Y si no era suya, tanto mejor, pues la dificultad de conseguirla aumentaba el interés como si fuera una pieza de caza. Así en muchas ocasiones las violaciones no han sucedido lejos, si no en el hogar o en su entorno, siendo conocidos o familiares los causantes.
Jana Leo nos habla de su violación. La violaron en un entorno supuestamente seguro: su casa. Vuelve de hacer la compra. Entra por el postigo. Al llegar a su puerta cargada con las bolsas un hombre la espera con una pistola. En esa situación se siente vulnerable y teme por su vida. En este caso, incluso nos cuenta que optó por cooperar para salir de aquello viva. Que haya más o menos violencia en un acto sexual de esta índole no demuestra la aceptación de la víctima, a veces se pone en duda, la mujer se abandona ante lo inevitable e intenta minimizar los daños.
Si sucede en cualquier otro lugar puede que te abandonen echa un despojo y huyan. Leo tan sólo tenía en mente que este hombre abandonase su cuerpo y su casa. Más tarde se ocupó de investigar la inseguridad de su edificio, razones por las que fue más fácil llegar al interior sin que nadie lo impidiera. Termina siendo el delito sobre su cuerpo una obsesión, algo totalmente razonable, llegando al delito inmobiliario cometido por su casero al ofrecerla al asaltante como un ratón en una trampa, no tenía forma de escapar. Que los inquilinos fuesen agredidos de manera violenta de distintas formas era para conseguir que abandonaran el edificio, una vez vacío era vendido para construir apartamentos de mayor valor. Violencia sobre el cuerpo que poseo y violencia sobre la posesión que es el hogar. La ciudad se convierte en una jungla donde ganan los violentos.
La víctima paga desde el primer momento. La policía no pone mayor interés en este tipo de casos, son habituales. La víctima paga incluso su kit de violación en el hospital. La policía dejará pasar el tiempo. La víctima sufre el dolor y la vergüenza durante ese tiempo gratuito. Además tiene un tiempo para poder denunciar y si lo hace deberá reabrir las heridas una y otra vez y ser juzgada, aunque sea la víctima. Además de ver la cara de su violador, de nuevo, teniendo miedo a que cumpla su palabra y la mate. Durante el proceso ella ha cambiado de casa varias veces, no se siente segura, ha roto con su pareja y su vida social ya no existe, ya que se aísla.
Jana Leo nos cuenta su experiencia y sus miedos que derivan de ello. Después es capaz de extrapolar la violencia sexual como consecuencia y no como causa de la especulación inmobiliaria. La gentrificación en la gran ciudad disfrazada de delito común, así si se cubre de estadística corriente, un barrio inseguro, no se descubrirá la corrupción que hay detrás.
Los cuerpos son mercancías de desecho. No importa el precio que otros deban pagar para que se consigan los objetivos, sea una violación o el robo a una familia. Los caseros quieren desahuciar los pisos y poder venderlos a buen precio para su reconstrucción en caros apartamentos. El día de la violación de Jana su casero firmó la venta del edificio. Después ella llevaría a juicio tanto al comprador como al vendedor y finalmente también a su violador.