Corazón de perro de Mijaíl Bulgákov.
por Rubén Olivares
En “Corazón de perro” Mijaíl Bulgákov arrea con la diestra y la siniestra sonoras bofetadas de realidad y crítica al sistema soviético, su estilo de vida y su pretensión de transformar a los ciudadanos en nuevos hombres. Lo que más sorprende de este libro no es que permaneciera durante años censurado y que se sometiera a su autor a una continua vigilancia por sus ideas subversivas, sino que el propio Stalin no lo deportara a un gulag siberiano. Este libro es corrosivo como ácido de batería, y está plagado de un detallado retrato de la vida cotidiana bajo el régimen soviético visto desde un prisma lleno de ironía, sarcasmo y una mordaz crítica a un régimen totalitario que se proponía controlar hasta el último detalle de la vida de los nuevos ciudadanos. Bajo la pátina de una fábula satírica, en esta historia se esconde un agudo análisis político de la vida en la URSS. Pero esta novela es algo más que un estudio crítico sobre política y sociedad, es también una novela de ciencia ficción, con tintes de serie B que bebe de las fuentes del terror gótico anglosajón, mostrándonos los desmanes que la ciencia mal aplicada acaba generando, pariendo monstruos que devoran a su creador.
Filip Filipovich, nuestro mad doctor, ha decidido llevar a cabo un experimento revolucionario para rejuvenecer a sus pacientes, para lo que necesita hacer experimentos con animales y humanos, amparado en los privilegios y prebendas que el régimen le ha otorgado. Para ello, buscará a un perro callejero al que nadie echará de menos y a un don nadie con quien experimentar, al más puro estilo de las novelas de ciencia ficción, que nos remiten a los experimentos del doctor Frankenstein de M. Shelly y, por su paralelismo, a los alocados experimentos del doctor Moreau, de Wells. Si algo aprendimos de estas novelas es que jugar a ser Dios nunca sale bien, y nuestro doctor no será la excepción. Dueño de un miserable y herido perro que vagabundeaba por las calles, a quien bautiza como Shárik y que está obsesionado con perseguir gatos, durante la primera parte de la novela veremos como es tratado por el doctor con el mayor de los cuidados y mimos, regalando al animal una vida que nunca tuvo y que quizás jamás soñó, para, en una segunda parte, iniciar el proceso de transformación del animal, al que trepanará el cráneo para insertarle la hipófisis y los órganos sexuales de un “donante voluntario” humano. Entremedias podemos intuir lo que la tercera parte del libro nos deparará, pues si la primera era la tierna historia de un animal abandonado al que un alma caritativa recoge y cuida, para darle el calor y amor que no tenía, la segunda parte nos muestra, además del proceso de transformación del perro-humano, el hilarante impacto que el comportamiento del animal tiene sobre el doctor, su ayudante y discípulo, el servicio de la casa, la clientela, el funcionamiento de la clínica, las relaciones con el vecindario proletario y las histriónicas visitas de los comités de viviendas, primeras críticas a las “conquistas” que el nuevo régimen ha traído y que son el verdadero motor de la novela, en la que intuimos lo absurdo de un régimen que obliga a sus ciudadanos a compartir viviendas, porque es incapaz de proporcionar una habitación a sus ciudadanos, como prometía.
El resultado del experimento, como no podía ser de otra manera, es un fracaso para las expectativas del doctor, pues algo sale mal durante el proceso, como sucediera con Frankestein: el donante humano resulta no ser muy adecuado, pues se trata de un pendenciero, alcohólico, ladrón, expresidiario y convencido comunista. Shárik, el nuevo perro-humano, pronto da muestras de un comportamiento extraño: anda erguido a dos patas, es capaz de hablar – y ¡vaya ideas y vocabulario que expresa! -, se viste de punta en blanco y no ha abandonado las aficiones de su donante humano, pues atraviesa una fase que nunca llega a abandonar como asaltante sexual y borracho empedernido, hasta que logra convertirse en funcionario del estado soviético y ferviente defensor del sistema, gracias a su entrega al comunismo. En todo este proceso el autor nos irá dando muestras de los aspectos más críticos del sistema soviético, su régimen de vida, las estúpidas pretensiones de controlar la vida de sus ciudadanos y su objetivo final de transformar a los soviéticos en superhombres – y sí, el paralelismo con las alocadas ideas nazis es inevitable -, que resultan un fracaso. Tras acabar la novela, cuesta pensar como su autor pretendía que el régimen soviético aprobara una sátira tan corrosiva y mordaz. Lo cierto es que tuvo la suerte, no sólo de no ser exiliado o deportado a un gulag, sino de acabar trabajando como director del teatro de Moscú, gracias a su estrecha relación con el régimen.
“Corazón de perro” es una muestra del brillante talento de Bulgákov como autor, el cual nos ofrece una historia llena de personajes, diálogos y personajes que rebosan humor, ironía y sarcasmo, y -por qué no decirlo- muy mala leche, que no obstante fluyen con buen ritmo y una gran riqueza lingüística -algo en lo que ayuda la acertada traducción de la obra-, una aguda introspección y análisis psicológico y una narrativa que va más allá de la sátira y la fábula sarcástica. Estamos, no sólo ante una crítica de la sociedad soviética, sino ante un espejo que nos devuelve, con una mirada desnuda, las miserias que habitan en el corazón humano, los lados oscuros que nos negamos a ver, los defectos que nos acompañan, lo patético de nuestra existencia y realidad. Quizás una distopía – otro adjetivo para una novela difícil de clasificar -, que nos muestra que el progreso de la sociedad y el ser humano a partir de la ciencia no siempre tienen porqué atracar en buen puerto y que aún así, nos hará reír y reflexionar a partes iguales.