Jan Díaz y su Antibang.
por Sandro Maciá
Antibang cálidas experiencias de Jan Díaz
Ay, querido refranero… Es indiscutible que a todos nos ha dado por creer, en algún momento, que es cierto aquello de que “a la tercera va la vencida”. Pero, ¿dónde queda, entonces, el cuarto paso en aquellas aventuras que, tras superar su etapa número 3, continúan con el mismo ímpetu y capacidad vencedora?
Piensen, piensen… Porque somos todos muy fans de seguir lo que dicta la sabiduría popular pero aquí uno se queda con pokerface cuando, agarrándose a dichas frases como a un clavo ardiendo, se ve obligado a soltar el clavo y a reformular las sentencias porque se topa con una cuarta hazaña digna de ser tenida en cuenta, como es el caso de -que sí, que ya vamos a lo que musicalmente nos atañe- un cuarto disco, el que firma el artista Jan Díaz y al que ha bautizado como “Antibang” (Temps Records, La Música Amanseix Les Feres, 2019).
Producido junto a Genís Sobrado y acompañado en diferentes temas por el propio Genís, Rubén Castro y Juan Carlos Arévalo -estos últimos, colaboradores habituales en los directos de Díaz- Antibang se caracteriza por mantener ese estilo que cabalga entre la canción moderna de autor y el empaque de un acompañamiento grupal, siendo fiel a la filosofía de banda pero destacando una esencia individual, que a veces nos lleva por derroteros más poperos y, otras, por senderos más folclóricos.
Si ocho son las canciones que componen este disco, ocho son los argumentos que podemos esgrimir para sumergirnos en la obra de Jan Díaz, uno por cada tema, por cada corte de este conjunto de composiciones nacidas con un mimo inculcado desde finales de 2016, momento en el que empezaron a tomar forma estas “historias, a menudo atemporales”, de las que cualquiera podría ser partícipe y cuyo conjunto termina englobado bajo la idea de “Antibang” como concepto aglutinador de todo aquello que rechaza este músico autodidacta: las guerras, cualquier modo de violencia, el odio…
Ahora bien, sin entrar en la identificación real de qué o quién pudiese ser protagonista de estas referenciales experiencias sobre el amor, la frustración, el inconformismo o la adaptación narradas en sus canciones, lo cierto es que, artísticamente, la riqueza de matices que propone Jan Díaz nos lleva a destacar -sin dejar de lado la riqueza textual- la calidez acústica de Claro y Baño de luz, las ágiles guitarras de Frágil y Suéltalo, el brillo de los compases (y las verdades que rezan sus versos) de Sabes, la suavidad -que no tranquilidad- de Más de lo necesario, los marcados ritmos de la poética Revoltes o el ánimo transmitido a través del canto a la libertad y sinceridad que supone No dejes nunca de brillar.
Una propuesta bonita, donde el género se diluye para centrarse en la presentación de canciones con personalidad, que no es fácil.