Los juguetes de la guerra de Carolina Pobla
por Lara Vesga
Esta es una historia basada en hechos reales, unos hechos que tienen que ver con la familia de la propia autora de la novela, de orígenes germanos. Su madre, a quien bautiza como Violetta en el libro, recibe una tarde de otoño en Barcelona una noticia que le deja paralizada: la muerte de su hermano Víctor. A partir de aquí se suceden una serie de revelaciones de secretos familiares que habían permanecido ocultos durante décadas.
Pero como toda historia, esta tiene un inicio, en este caso en 1942. Es entonces cuando Ilse, el personaje que la escritora ha creado inspirándose en su propia abuela, queda viuda de un aviador de la Luftwaffe, un tipo rudo y borracho que nadie echará excesivamente de menos, aunque la situación en que deja a su mujer y sus seis hijos es penosa. La familia se ve obligada a regresar al pueblo de Baviera donde Ilse pasó los veranos de su infancia, pero a su llegada se encuentran con que la vieja mansión de sus antepasados es ahora un hospital militar y todas sus antiguas posesiones están confiscadas.
Ilse y sus hijos terminarán por ello viviendo en una cabaña en el monte con más goteras que otra cosa, pasando de una vida acomodada a una de penurias, en la que no obstante encontrarán esperanza y felicidad a través de un viejo matrimonio de vecinos que son más que familia y de otra serie de personas que les harán más leves las circunstancias adversas.
Carolina Pobla (Barcelona, 1962) vuelve con otra historia inspirada en su familia tras el éxito de su primera novela «Geranios en el balcón», publicada en 2018, aquella inspirada en sus abuelos paternos y «Los juguetes de la guerra» en los recuerdos infantiles de su madre durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial y los primeros de la posguerra en su Alemania natal.
El libro es una oportunidad de oro para conocer un enfoque completamente distinto de la historia de la Segunda Guerra Mundial, el cómo se vivió en las zonas rurales alemanas. En «Los juguetes de la guerra» no hay batallas, no hay bombardeos, no hay deportaciones. Al menos no de forma directa. Atendemos al devenir de la guerra a través de las escasas noticias que llegan al pueblo, de este o el otro vecino que se entera de algo, de personas que aparecen portando su particular historia y vivencias, de hechos y circunstancias aisladas que condicionan en parte a los vecinos. Pero el Führer solo aparece presidiendo el aula del colegio del pueblo, nada más.
La guerra está en segundo plano y aquí la batalla es otra. La pugna es poder alimentarse cada día, no pasar frío y sobrevivir a enfermedades y desgracias. En la novela hay lucha, amor, amistad, caos y pura supervivencia. Su lectura es una lección que enseña que no todos los alemanes giraron la cara ante lo que estaba sucediendo en su país, que muchísimos fueron tan sólo eso, juguetes de una guerra.