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Un amor de Sara Mesa

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por Lara Vesga

A veces los libros llegan en el momento más preciso. Recibí «Un amor» el mismo día que se decretó un segundo confinamiento, nada más comenzar septiembre, en el lugar donde vivo. Uno de esos llamados confinamientos quirúrgicos, que solo aíslan a un núcleo concreto de población, para evitar la transmisión comunitaria.

Puestos a verle la parte positiva a todo, me pareció sólo con leer la contraportada del libro que agradecería la soledad y el silencio forzosos que después de un verano atiborrados de turistas iba a acompañarme durante la lectura. Salvando las distancias, la historia de «Un amor» también se desarrolla en un lugar solitario. Dejado de la mano de Dios. A ese sitio inhóspito acaba de mudarse Nat, una chica en la treintena que se dedica a traducir textos literarios. Si el paraje no es muy acogedor, los vecinos no se quedan atrás. Recelan, la tratan como la foránea que es, no acaban de entender cómo puede estar allí por elección propia.

Algunos sí le tenderán la mano, pero con suspicacias, quizá esperando algo a cambio. Pero en todos ellos, desde su miserable casero hasta el matrimonio con niños que solo va los fines de semana, pasando por Píter el hippie y Andreas el alemán, hay un denominador común: la incomprensión hacia Nat.

“El libro no es tanto lo que pasa, sino esa sensación angustiosa de lo que va a pasar”, decía Sara Mesa (Madrid, 1976), en la presentación que se hizo de «Un
amor» el pasado 2 de septiembre, vía Instagram, a través de la cuenta @anagramaeditor. Breve y narrada en tercera persona, la historia aborda intensamente temas como la insatisfacción vital, los prejuicios y el lenguaje como forma de alejamiento, para nada de acercamiento. “Al comienzo el narrador es muy aséptico, pero va mutando, llega un momento en que cuando la trama se complica, cambia y necesita interpretar lo que ocurre a través de preguntas. El narrador percibe, como perciben los animales, que algo va a pasar”, explicaba la autora.

La historia arrastra desde su inicio a ese ambiente cerrado y oprimente. Se sienten en primera persona el fracaso, el desánimo, la hostilidad. Incluso el pesado calor de la zona y la humedad de las goteras del tejado de la casa que ha alquilado Nat. Todo ello, también la impecable construcción psicológica de los personajes y el ritmo narrativo, logran crear un microcosmos que turba, que se queda dentro de uno, que lo inunda, mucho más allá del fin del libro.

Un amor de Sara Mesa
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