Celistia, regando Flores sin jardín.
por Sandro Maciá
Doble single de Celistia
Los reencuentros siguen dándonos alegrías. ¿Algo bueno habrá tenido la pandemia? Poco se me ocurre, la verdad, pero como es innato en el ser humano el querer buscar razones que nos lleven a seguir avanzando, no sólo este tipo de afirmaciones empiezan a convivir con uno mismo sino que, además, terminan por verse reforzadas ante el positivismo de situaciones como la que hoy leo en el mail, buceando entre promos: una nueva (re)unión que tiene como resultado un popero lanzamiento. ¡Oh, sí!
¿Que a todos nos jodió la cuarentena? Obviamente. ¿Que las ganas de vivir aumentaron tras ella? Sin duda. Y así comienza la gestación del trabajo que resurge de entre mi desordenado correo, la creación de lo nuevo de una banda que, respondiendo al nombre de Celistia, se reúne en su estudio al poco tiempo de la conclusión del horrible y obligado encierro pandémico para hacer, a partir del caos vivido y de la propia belleza que emana del mismo a la hora de concebirlo como un canal artístico, las dos canciones que protagonizan su primer siete pulgadas: Flores sin jardín (Diablo Club Records, 2021).
Con un sonido rítmicamente “independiente” -entendido ya casi como corriente musical de mediados del siglo XX, por el auge de esas amplias distorsiones y esas voces engastadas en atmósferas poperas pero electrónicamente crecientes y reverberadas- y un afán experimental -que siempre se agradece-, lo que nos traen Pau Angulo, David Cobo, Pablo Vidal, José Manuel Ruiz e Iván Rita -guitarra, voz, teclado, batería y bajo, respectivamente y Arantxa Fernández como autora de varias de las letras de sus canciones – bajo la bandera de Celistia son dos odas al sentimiento humano, a la percepción íntima de nuestra relación con la propia esencia y con las circunstancias que nos rodean.
Así, a golpe de referencial marco elaborado entre alegres pero estudiados sonidos que van jugando con las gradaciones entre la psicodelia y el pop -vocal y melódicamente hablando-, podemos ser testigos del cuento narrado en Flores sin jardín -homónima y primera canción-, una historia de convivencia entre lo sentimental y lo terrenal -ojo a versos como: “Ella quiere flores pero no tiene jardín /
Ella cuenta historias para quien las quiera oir / Ve amanecer / Huele el café”-; o, incluso, llegar a viajar a la circunstancial calidez del ser mediante un marítimo homenaje a Les Baxter, como ocurre en El mar y su oleada de exóticas bases -con bombo y redobles de caja- y sabias palabras -”Respira hondo / no quieras esperar / ya solo queda el mar”-.
Grabado y mezclado por Pablo Vidal y producido por Celistia en La Sonora Estudios, el veraniego lanzamiento cuenta con un bonito diseño de portada de David Cobo, lo que aún permite identificar más esa estética y esos conceptos que emanan de las canciones, como si fueran las ramas de ese jardín que florecerá, sin saber cuándo.