Kamikaze Helmets, ¡al lío!
por Sandro Maciá
Primer Ep de Kamikaze Helmets
¡Al búnker! ¡Cuerpo a tierra tras la trinchera!… Eso es lo que a priori debería hacer uno cuando la amenaza sonora llega con tanta contundencia como la que hoy se nos presenta. Pero, como aquí de los cobardes nada se ha escrito, lejos de imitar a las avestruces, yo les propongo algo mejor: dejen toda protección y láncense al disfrute de la furia kamikaze que nos va a sobrevolar desde ya mismo gracias al saber hacer de una formación que se maneja al ritmo de cuatro manos para ofrecer un despliegue sonoro digno de cualquier gran banda.
Porque así son ellos, dos de los más reputados y solicitados músicos de la escena rock, blues y funk del país, Gabri Casanova y Kike Parra (Aurora and The Betrayers, Anaut, Martha Reeves and The Vandellas, etc), valientes artistas decididos a lanzarse al mundo bajo el nombre de Kamikaze Helmets y de cocinar a dúo un disco que, carente de guitarras -¡ojo al dato!-, no escatima en potencia, complejidad sonora y riqueza rítmica. Un debut bien chulo, vaya. Un primer lanzamiento de homónimo título que ellos mismos conciben como una vuelta de tuerca a los estilos que llevan tocando toda la vida, como un cocktail musical que tiene por horizonte la propia investigación y experimentación.
¿Difícil? Será para otros, porque si aquí los lectores presentes no llegan a conocer que el nacimiento del dúo se contextualiza en base a la onda de su potencia -verán como no se les antoja extraño ir saboreando las referencias que se manifiestan como legado de formaciones al estilo de Black Keys, Queens of The Stone Age o White Stripes- o a la ausencia de las guitarras, nada habría pasado, pues imposible resulta no prestar atención a lo que los Kamikaze Helmets ofrecen, es decir, diez cortes de rabia fluida, de pasión controlada y de ganas de seguir explorando terrenos en cada nota de sus potentes temas, adictivos desde el comienzo de Tokkottai -primera canción, ya auspiciosa en cuanto a lo referido a las voces y estructuras que irá teniendo cada composición- hasta el final de Don’t Care -último track, no menos llamativo-.
Que si el setentero clavinet de Gabri con efectos de fuzz, octavador y overdrive, a las veces más rico en espectro que las propias guitarras. Que si su Moog Model D -¿quién quiere un bajo?-. Que si las voces y la percusión de Kike, no menos importante en esto de añadir emotividad y melodía al asunto… ¿Cómo iba esto a salir mal? De ninguna de las maneras. Y a los otros 8 cortes nos remitimos, porque tampoco nos dejará indiferentes las rabiosas Hey Man, Marvel, Hey trough, Me & Myself o la salvaje Titti frutti, sin menospreciar al resto de tracklist, pues todas beben de su estilo rápido y, cómo no, de su “fórmula kamikaze.”
¡¡KA-MI-KA-ZE descubrimiento!