Las invisibles: ¿Por qué el Museo del Prado ignora a las mujeres?.
por Gemma Juan Giner
Cuando escuché hablar hace un año de “Las Invisibles” enseguida supe que este libro tenía que leerlo. ¡Qué gran trabajo ha hecho su autor, Peio H. Riaño dando visibilidad y voz a parte de la historia que los museos han invisibilizado!
Nos quedan muchas batallas por librar a las mujeres, y una de ellas es el arte. “Las Invisibles” habla, precisamente, de los cuadros que nunca vimos, aquellos que llevan años y años en los almacenes cogiendo polvo y silenciando la verdadera historia. Estamos ante una herencia patriarcal que todavía sigue vigente.
La historia del arte ha sido contada a medias. Y en la mitad que no se ha contado, están las mujeres. Pero la mujer nunca ha sido expulsada de la historia del arte, porque para que eso ocurriera primero debería haber sido incluida y esto no ha sucedido nunca. Las mujeres no fueron invisibles, fueron invisibilizadas. Aplastadas por el aparato cultural.
El Museo del Prado es todavía, 200 años después, una institución en la que se silencia y se excluye a la mujer, tanto a las artistas como a las visitantes: todas invisibles y todos ciegos ante la ausencia de la voz y la experiencia femeninas.
Peio H. Riaño profundiza en la desigualdad que se vive en el campo de las artes, aportando datos claros que desvelan la verdadera situación de las mujeres en este ámbito. El autor afirma que a pesar de que la cúpula del arte español está formada por hombres, los datos hablan por sí solos. Según fuentes del Ministerio de Cultura, la mayoría de los visitantes a estas instituciones en España es público femenino (52.6%). Un 53.4% del personal adscrito a museos son trabajadoras. En el Museo Reina Sofía trabajan 441 mujeres (274 más que hombres) y en el Museo del Prado, 257 mujeres (los hombres son 26 menos).
Fuera de los despachos, en las facultades de Bellas Artes, las alumnas superan el 70% en las aulas. Pero el mercado no tiene tanto interés en ellas como en ellos. Un informe de Mujeres en las Artes Visuales (MAV) indica que en ARCO 2018 solo el 6% eran artistas españolas. Tampoco las artistas son reconocidas como ellos: En España, de los 16 galardonados por el Premio Velázquez de Artes Plásticas, 12 son hombres.
Además, que la mujer no tenga presencia en los puestos de dirección refuerza la inercia de la ausencia, porque no hay referentes femeninos en los que ellas (y la sociedad) puedan reconocerse. En este sentido, si la ausencia de mujeres en puestos relevantes del mundo del arte no era vista como una patología del sistema, difícilmente se aplicaría una solución. Por lo tanto, si la enfermedad no es diagnosticada, no hay nada que curar.
Así, nos encontramos un relato de hombres hecho para hombres en el que ellas no han contado. No cuentan. Las han hecho desaparecer. Y ahora, de lo que se trata, es de integrar a las mujeres en los museos. Si ellos son los protagonistas de los acontecimientos representados, que ellas lo sean del museo.
Y esto es lo que hace Peio H. Riaño a lo largo de este libro. Contar la verdad, sacarla a la luz. Es increíble cómo, a lo largo de los capítulos, el autor nos va contando la verdad de muchos títulos de obras que se han modificado para esconder la realidad. Obras en las que se habla por ejemplo de rapto por no admitir la violación o que la mujer no puede decirle que no a un hombre porque sino está poniendo en peligro la estabilidad de la sociedad.
Este libro hace una apuesta para desarrollar una perspectiva de género en los museos, en este caso del Prado. Esto “es imprescindible para impugnar las convenciones que han convertido en invisibles por un lado a las artistas que no están expuestas en el museo, y por otro a las visitantes, a las que se menosprecia con un relato supremacista” que no se problematiza o se pone en revisión.
Lo que pretende este libro es que las artistas y las visitantes sean reconocidas, respetadas y representadas. No podemos permitir, a día de hoy, que no haya heroínas en la historia de España, que no haya referentes en los libros de texto de los colegios, ni mujeres ejemplares en las salas de los museos, porque ellos tienen las llaves y el control de las puertas de acceso. Los museos necesitan ser despatriarcalizados y descolonizados y este libro necesita ser de lectura obligada en colegios e institutos.