Mel Ömana, rica papaya
por Sandro Maciá
Al movimiento de EatPapaya
Nacemos y nos hacemos. Nada de tener que escoger entre si uno u otro verbo es el que acaba definiendo nuestro paso por este -últimamente trágico- mundo. Si alguien quiere elegir, adelante, pero no cuenten conmigo en esto de tener que pararnos a ver si uno resulta ser de una forma u otra por la determinación de su esencia o la influencia de su entorno, porque ya les digo que tendrán que tragarse sus palabras, de una en una, cuando se topen, como me ha ocurrido a mi, con el vivo ejemplo de alguien que, a base de fuerza tropical y talento cocido en las entrañas, puede erigirse como la viva imagen de eso, del cúmulo de circunstancias que nos moldean, más o menos, sí, pero en función de la propia esencia que nos caracteriza desde bien pequeños.
Alguien que posee ese mix, ese compendio de haber nacido y haberse hecho desde hace años. Alguien que responde al nombre de Melodía, pero que irrumpe en nuestro webzine con genio y bajo el -cada vez más conocido- pseudónimo artístico de Mel Ömana. Alguien que, ya les digo, no les dejará indiferentes.
Autóctona de Las Palmas de Gran Canaria, Mel Ömana es esencia y circunstancia. Es talento, sí, pero también es fruto de las experiencias que ha vivido desde que un trastorno de ansiedad motivase su marcha a Cuba en 2017, país donde pudo embriagarse de un folclore tan auténtico como el que, un año después, encontraría en tierras lisboetas y que supondría el complemento perfecto para terminar de tejer un contexto donde dar forma al proyecto que ahora nos presenta en forma de Ep: EatPapaya.
De afrutado título y una dulce pulpa compuesta por cinco canciones tan urbanas como sentidas, EatPapaya, ya sacado a relucir en algunos festivales como Tropicalia o Fronton King Fest, pretende ser en sí un grito de buena energía al universo, un mensaje de amor y libertad -no sin incitar a la reacción- que, pese al lema humildemente reflexivo de la autora -siempre “más orgullosa de lo que escucho y leo que de lo que escribo y canto”-, va creciendo tema a tema.
¿Ejemplos? Todo el recorridoo desde Puré -una ruptura que conlleva una declaración de intenciones, con frases como “Yo soy tía de trato / No de truco”, propias para definir la rabia y aceptación de las situaciones que nos presenta la vida-, hasta Semilla -una alegre y dulce oda a ese flow que desprenden sus canciones, con toques picantes y un estilo más “sabrosón”-, pasando por Fruta -de buena estructura y un equilibrio perfecto entre versos rapeados y cantes más melódicos- y Madura -fiel nombre para una composición que refleja ese estado de consciencia propia y que, con versos bien claritos, nos deja reflexiones como “no me importa donde estés tú, si siempre me tengo”.
Como es de esperar y habiendo alcanzado varias veces los primeros puestos de las listas canarias de los 40 principales, además, indiscutible resulta que su arte y empoderamiento es más que admirado, siendo estas bazas las que le permiten conectar con un público que tampoco le pierde la pista en redes sociales, donde sus actuaciones y transgresores videos gozan de una gran acogida.
Probada su papaya, no hay vuelta atrás.