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NENÚFARES NEGROS de Michel Bussi. 

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por Ana Olivares

O el cuadro de las edades de la mujer de Gustav Klimt.

Hoy os hablamos de una novela negra llena de misterio y arte, mucho arte es el que ha logrado el autor francés Michel Bussi en esta ocasión con Nenúfares Negros. Un thriller intrigante que enlaza la vida y obra de Monet en Givency, con una serie de asesinatos que amenazarán la paz de los habitantes de este hermoso e icónico pueblo de Francia.

Casi al inicio, su autor nos da una pista de las tres mujeres sobre las que se va a centrar el eje del argumento, de forma sutil y casi de cuento: la anciana mala controlará todo desde su torre; la mujer mentirosa sólo mareará la perdiz; y la niña egoísta tratará de luchar por sus sueños pese a que un destino funesto la persigue. Y pese al hecho de haber nacido en el mismo pueblo ¿qué relación guardan entre sí con Morval? ¿Les une la misma pasión por el arte y por Monet? Muchas son las dudas que surgen en esta obra pero las respuestas convergerán al final. Por otro lado, tenemos a una pareja de policías encargados del caso, el recién nombrado comisario Laurenç Sérénac, joven y mujeriego y el inspector Sylvio Bénavides, joven y comprometido. Dos sabuesos con dos formas de operar bien distintas que se complementan gracias a las corazonadas de uno y al trabajo de investigación del otro. El hecho de hacernos partícipes de sus vidas personales nos acerca más a ellos y nos mantiene atentos, ya que también nos darán las claves para ir desgranando el entramado de relaciones que convergerán a lo largo de la novela. Junto con un ritmo constante y poco evidente, ya que cambiaremos de perspectiva y de visión con frecuencia para alternar las piezas de este puzle. Aquí es donde se nota el amor de su autor por las novelas clásicas de misterio, con algunas alusiones indirectas de ciertos títulos en algunos capítulos. Y justo cuando me encuentro en el punto más álgido de la novela, una escena rompe todo el interés ganado en un solo instante por recurrir a un recurso sensacionalista, innecesario y que deja este capítulo insulso cuál película de después de comer. Eso sí, llega de forma totalmente inesperada, por lo que quizá es otra forma de ganar tensión y dramatismo. Para mí ha sido cómo emborronar un cuadro por exceso de pinceladas… ¿Por qué has tenido que hacerlo Bussi? En fin, para gustos los colores, nunca mejor dicho. Dejando atrás esta pequeña decepción personal, lo que sí nos regalará su autor será un final inesperado, que cambia por completo los tiempos de la acción y nos aclara porqué encerraba tanta nostalgia y perturbación la forma de enlazar esta cadena de acontecimientos. Todo cobra sentido e incluso parece que me reconcilia con esa pequeña escena que os he comentado antes, aunque sigue sin estar justificada, ¡Por Neptuno! (No me he vuelto loca, quien lea la novela lo comprenderá).

Me ha gustado esa parte histórica, o mejor dicho, anecdótica, que nos arroja ciertos datos curiosos acerca de la vida del pintor. La pareja protagonista de policías convence, pero sobre todo la personalidad del inspector Sylvio Bénavides, más acorde con el trabajo policial real que la del guaperas Laurenç Sérénac, que actúa más por intuición que por experiencia, aunque es la impresión principal, ya que hace más de lo que aparenta. He de quedarme aquí para no estropear ninguna sorpresa, y ya os aclaro que aunque os confundan ciertos capítulos o personajes que aparecen en ellos, hay que darles tiempo porque todos ellos guardan una explicación. Por todo esto, lo mejor de la novela es su trama, completamente enrevesada y que nos mantiene atrapados en ella hasta saborear un agridulce desenlace.

En conjunto, podemos decir que se trata de un thriller impresionista que consigue mantenernos atentos a sus páginas logrando relacionar los cuadros de Monet; con una trama de relaciones secretas y sucesos violentos del pasado que regresan para romper la mágica luz que atestiguan las postales del precioso pueblo de Giverny. Uno de los marcos perfectos para ambientar esta novela negra pintada con sangre, aires de nostalgia y redención. Cómo la leyenda de los Nenúfares Negros de Monet, el último cuadro que pintó y en el que usó el negro, un color que él mismo vetó hacía muchos años, con el que quiso plasmar una vez más, esas flores acuáticas que lo tenían obsesionado u enamorado -a veces es difícil distinguir el sentimiento-.

Nenúfares negros
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