Amapolas en octubre de Laura Riñón Sirera.
por Gemma Juan Giner
“La vida elige muy bien a las personas que nos pone en el camino”. Qué gran verdad. Además, la vida no solo nos pone a esas personas que tienen una lección preparada para enseñarnos, sino que también nos ofrece los libros que necesitamos leer en cada momento.
Así lo he creído siempre. Hay personas con las que compartimos toda una vida, otras con las que. solo hemos vivido y disfrutado un verano, un concierto, años universitarios… Compañeros de trabajo que se convierten en familia. Compañeros de máster que se vuelven completamente necesarios. Personas que nos enseñan, personas de las que aprendemos, personas que dejan una huella imborrable en nuestra vida.
La novela de Laura Riñón, “Amapolas en Octubre”, te deja huella, te hace pensar, reflexionar. Te emociona.
Los que devoramos libros somos conscientes de que cuando recordamos libros leídos, nos transportamos a una época concreta, a una persona, a una situación, a una ciudad o a una canción. Revivimos el momento en el que leímos esa novela, para lo bueno y para lo malo. Esto es lo que le ocurre a la protagonista de Amapolas, Carolina, una librera de mediana edad, que deberá enfrentarse a su pasado, perdonarse y perdonar y empezar de cero volviendo a ser ella misma. Qué importante es encontrarnos a nosotros mismos cuando nos sentimos perdidos o cuando las circunstancias no acompañan.
La historia transcurre entre una habitación de un hospital y la librería de Carolina. Sus padres han tenido un accidente. Él ha muerto y ella, consciente pero sin habla, se recupera en una clínica. Carolina decide leerle a su madre los libros que han formado parte de su vida, por si eso ayuda a que su madre recupere el habla. Pero lo que Carolina no sabía es que la lectura de estas novelas y los recuerdos que le traerán cada una de esas historias, sacará a la luz muchos fantasmas y muchas vivencias que la harán perdonar y ser más fuerte, rompiendo todas las corazas que tenía.
Así, a través de novelas como “La Señora Dalloway” de Virginia Woolf, “Mujercitas” de Louise May Alcott o “Nada” de Carmen Laforet, Carolina va relatando recuerdos de grandes acontecimientos de su vida, que la han convertido en la mujer que es ahora. Miedos, amistad, familia, su primer amor… Es una novela que aporta paz. Qué te apetece leerla en una chimenea, con una buena copa de vino tinto y rodeada de libros. Sí, esa es la escena perfecta. El único problema es que la novela cuenta con una grandísima cantidad de errores ortográficos que dañan la vista y me desconectan de la escena. Creo que no hay nada peor que leer un libro con faltas de ortografía. Y es una pena que ocurra en un libro así, en el que repasa a los clásicos de la literatura.
A pesar de esto, es una novela que os recomiendo y que, desde este momento, se ha convertido
en una de mis favoritas. Y no me gustaría terminar esta reseña sin destacar esta frase de la
novela:
“El destino elige a las personas que se cruzan en nuestro camino, y la huella que dejen en
nosotros no se borrará jamás. Aunque ellas desaparezcan”. Marta Smitts.