El soldado de porcelana de Mathias Malzieu.
por Vanessa Díez Tarí
El Renault 5 verde metalizado. Las gafas de sol de espejo. El casete de Manolo Escobar sonando en el coche una y otra vez. Aquellos viajes en coche. La cara pícara como de niño de yo no fui. Pero también los gritos y los miedos. Como ibas a sacarme al mundo si no lo hicieron contigo. Perdiste a tu padre tan joven. Aún recuerdo aquellas fotos de adolescente en blanco y negro y ya vestías algo de negro. Nuestros padres son soldados de porcelana. Hombres sensibles que han enfrentado sus propias guerras y han vuelto de la batalla a trozos, pero han vuelto con nosotros. En diciembre pude verte en tu vulnerabilidad y enfrentar mi miedo a perderte en una noche de apnea. El sonido de aquella máquina dominaba el estudio. Abrazo desde entonces lo que dejaste conmigo. He sido el único que ha venido a verte. Feliz día del padre.
El martes en el zoom una periodista decía antes de su pregunta que había llorado con El soldado de porcelana de Mathias Malzieu. En mi caso no ha sido así, pero Mainou sí se ha metido en mi corazón y en algunas ocasiones me he visto en él. De pequeña también inventaba un mundo de historias para vivir mágicamente al margen de la realidad y no era una guerra mi conflicto, si no unos padres que no se entendían. En cambio, Mainou pierde a su madre y a su hermanita desde el principio y debe enfrentarse a la primera aventura de su vida, atravesar dentro de un carro de heno la zona ocupada para llegar a casa de su abuela. Ya que su padre vuelve a la lucha y no puede hacerse cargo de él. Crecemos con Mainou durante ese año. Su mascota, sus miedos, su primer amor, las conversaciones con su madre a través del cuaderno y el resto de personajes de la familia que dan forma a la realidad que enfrentan, además de intentar que el niño sobreviva y sufra lo menos posible la ausencia de vivos y muertos. Mainou se resiste a dejar marchar a su madre, quien puede reprochárselo, si cada noche bajan al sótano huyendo de las bombas, y no puede salir fuera, ni ser un niño durante aquel año de asedio y duelo. Mainou vive la herida de abandono y no quiere pensar en que su madre se ha ido y que quizá su padre no volverá. Así traza un mundo mágico de recuerdos en su cuaderno y tiene conversaciones con su madre.
Mathias Malzieu ha hecho un maravilloso homenaje a su padre en El soldado de porcelana. Se ha basado en la historia de su infancia y después ha usado la ficción para que la cruda realidad de una infancia marcada por la guerra nos llegue de otra forma. Reconoció que su padre le contó su historia en 2014,durante su propia convalecencia en el hospital, y necesitó dejar macerar la historia para digerirla. Es importante que el autor no esté atravesado por la herida para que pueda ofrecernos otra mirada y así darnos mágicamente armarios de posibilidades con cigüeñas o erizos como compañeros de aventuras. Porque sabíamos que Mainou sobrevive, pero no todo lo que le sucedió en aquel desván, sótano o bosque que sembraría en él para ser en quien se convertiría tras la guerra.