La sastrería de Scaramuzzelli de Guillermo Borao
por Lara Vesga
El escritor y fabricante de tejidos Joseph Langhorne trata de distraer a su hijo enfermo contándole historias que se representan tras la ventana de su dormitorio, una de las cuales guarda una especie de profecía, la del anuncio de la llegada de alguien que lo cambiaría todo.
Veinticinco años después, William Langhorne se ha convertido un hombre serio y taciturno que apenas sale de casa y que vive junto a su antigua aya Patty. Es el heredero y dueño de una fábrica de tejidos y anhela la llegada del día en que se cumpla el vaticinio que su padre le contó poco antes de morir, cuando él tan solo era un niño.
Cuando le presentan a Barros Scaramuzzelli, un reputado sastre que hace acto de presencia un día en Tonleystone acompañado de Mercedes, su ayudante, y de Leonardo, el hermano pequeño de esta, William sabe que el presagio de su padre por fin se ha cumplido. Con la aparición del sastre, en el tranquilo pueblo de Tonleystone irrumpe con fuerza la alta costura a través de la apertura de la nueva sastrería, provocando que la pequeña comunidad rural se acabe convirtiendo en un reclamo de importantes personalidades y generando entre sus vecinos pequeñas rencillas que acabarán convirtiéndose en grandes amenazas.
Guillermo Borao (Zaragoza, 1990) teje un precioso relato sobre el amor inquebrantable entre padres e hijos y sobre la necesidad de retener el tiempo eternamente a través de las historias escritas. Graduado en Periodismo y con más de veinte reconocimientos literarios en certámenes nacionales e internacionales de relato corto, el autor debuta en el género de la novela con La sastrería de Scaramuzzelli, una excelente opera prima que es a su vez un homenaje a los contadores de historias.
Con un giro final que dejará boquiabierto al más pintado y tras el cual dan ganas de volver a leer el libro de nuevo, ya desde una nueva óptica, La sastrería de Scaramuzzelli hace reflexionar y mucho sobre lo que verdaderamente importa en la vida, sobre el valor del presente, de la familia, de los buenos amigos y sobre el tremendo poder de las palabras. Como se repite en la novela más de una vez, en una frase maravillosa: “Los libros son las coordenadas de los que se pierden”.