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No me gusta mi cuello de Nora Ephron. 

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por Vanessa Díez Tarí

No me gusta mi cuello

No me gusta mi cuello

«Ay, los cuellos. Son cuellos de gallina. Son cuellos de pavo. Son cuellos de elefante. Son cuellos con papada y cuellos con arrugas a punto de convertirse en papadas. Son cuellos esqueléticos y cuellos gordos, cuellos caídos y cuellos fofos, cuellos con anillos de Venus, cuellos arrugados, cuellos fibrosos, cuellos descol-gados, cuellos flácidos, cuellos con manchas. Son cuellos con una asombrosa combinación de todo lo anterior. Según mi dermatólogo, el cuello empieza a estropearse a los cuarenta y tres años, y se acabó».

Mi última adquisición de Primark a precio de saldo ha sido una totebag rosa de las Supernenas. Me irrita el hígado la pregunta de si quieres bolsa. Claro que la quiero, pero preferiría no tener que pagarla. El negocio del cuidado del Planeta de mano de las grandes empresas. No habrá diferencia entre darte la bolsa como antes para el medio ambiente, pero ellos verán un aumento de los beneficios. Así echo un vistazo a las bolsas de tela, ya que le sacaré más provecho. Además las Supernenas me recuerdan a la infancia compartida. Eran los dibujos favoritos de mis hermanas. Estoy en una época de usar la totebag como bolsa todo terreno para la semana. Para ir corriendo de un trabajo a otro y estar segura de que llevas incluso una botella grande de agua, para no morir. En un bolso de mujer puedes encontrar de todo. En mi caso té, crema solar, manzana o chocolatina. Antes incluso un neceser. Nunca se sabe. El trabajo obliga a ir con todo.

El asunto del mantenimiento femenino es interminable. La industria de la belleza lleva décadas de publicidad agresiva para que nos sintamos culpables si nos descuidamos. Valoro mi tiempo para el descanso ante el ritmo frenético y aún así me juzgo si dejo demasiado las raíces o algún vello travieso. El suplicio que tiene los días contados. Resuena la voz en off en mi cabeza. Depilarse desde la adolescencia nunca fue por diversión. Si encima tuviera que salir a la calle con raya pintada sobre el ojo y carmín no tendría vida. En muchos trabajos he estado rodeada de mujeres que se sentían en la obligación de llevar uñas, labios y raya en su lugar. Una clienta hace años se refería a sí misma como desaliñada por no llevar sus uñas perfectas. Lo intenté. Lo juro. Se pusieron de moda las mujeres chinas que hacen uñas semi permanentes y me pulieron tanto las uñas que cuando aquello cayó mi uña era como papel de fumar. Y tardaron en volver a crecer. Aún así hubo un segundo intento, ya con una chica del pueblo donde trabajaba esa vez, pero no hice mío aquel hábito. Prefiero dejar respirar las uñas y si alguna vez me apetece tengo algunos esmaltes en casa que puedo poner o quitar fácilmente sin morir en el intento. Ser mujer es doloroso. Y si ya hay algún complejo a operar puedes incluso jugarte la vida. Todas conocemos a alguien querido que lo está pensando, pero no dejan de existir los titulares de negligencia. Hace un par de días incluso un hombre por unos implantes dentales. Aprovechan la vulnerabilidad ante la belleza.

Maniática, neurótica, quisquillosa. Ma-ra-vi-llo-sa. Nora Ephron en» No me gusta mi cuello» nos detalla las batallas de ser mujer y cómo ir a la guerra contra la edad y quedar indemne. O con las menos bajas posibles. Te ríes con sus ocurrencias y su tipo de humor. No queda otra queridas que darle la vuelta al asunto. Desde el maldito cuello con el que comienza el libro, el uso y derroche en el bolso perfecto, mantenimiento de chapa y pintura para no parecer una anciana, hasta la crianza o el tabú sobre el alquiler. No deja títere con cabeza. También nos habla sobre libros de cocina, recetas, cenas y algunos libros y autores con los que disfrutó. Y nos regala esas conversaciones imaginarias con los admirados de cada momento. Algo que a veces al conocer a la persona te desubica, quedándote con tu mundo y apartándote de la persona real. Y ya como colofón un artículo de su ceguera. Se llama topo a sí misma. Ha ido perdiendo vista y siendo lectora empedernida es un problema. Pero nos lleva las situaciones a tal extremo surrealista que como ella dice si uno se ríe de sus propios errores ya está cambiando la situación. Y así lo hace. Y te hace disfrutar de cada locura, haya sido un error o no. Se bebía la vida.

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