Tapiz de otoño de Teru Miyamoto
por Rubén J. Olivares
La literatura está llena de ejemplos de relaciones epistolares, en las que la carta manuscrita se convierte en el eje principal que une a sus protagonistas. El intercambio de misivas entre los protagonistas hila una trama a través de la cual vamos conociendo la historia que une a cada personaje. Este tipo de géneros no está exento de dificultades, pues es complicado otorgar un ritmo adecuado a una novela en la cual sus protagonistas se intercambian un sinfín de cartas sin aburrir al lector, acostumbrado a la prosa narrativa. No obstante, “Tapiz de otoño” es una muestra de que cuando existe una historia consistente, que necesita ser narrada, lo que menos importa es el género en el que se haga.
La trama que nos propone Teru Miyamoto nos sumerge desde el inicio en la incógnita de desvelar el misterio que se esconde tras un aparente doble suicidio de dos amantes. Un hombre, Yasuaki, yace en la habitación de un hotel junto a su amante. Aparentemente estamos ante un trágico doble suicidio entre dos amantes que decidieron poner juntos fin a sus vidas, pero el hombre sobrevive. La amante de éste, una antigua geisha, es también su excompañera de estudios. Tras enterarse de la noticia, la esposa de Yasuaki, Aki, decide poner fin a su matrimonio, presionada por su padre, que profesaba un gran afecto por Yasuaki y pensaba hacer de él su sucesor al frente de la empresa. Diez años más tarde, Aki ha rehecho su vida junto a un hombre más convencional y vive una vida gris junto a él, al tiempo que cuida de su hijo Kiyotaka, un niño discapacitado, con el que un día se dirige a visitar el monte Zaô para que pueda disfrutar de las estrellas desde su cima. En la distancia Aki se cruzará con su exmarido, iniciándose entre ellos la necesidad de retomar el contacto perdido a través de un intercambio muto de misivas.
El planteamiento narrativo de Miyamoto es tremendamente original. No nos plantea un intercambio al uso de sentimientos y confesiones amorosas entre dos amantes separados por las circunstancias de un pasado trágico, sino que la historia se centra en el deseo y la curiosidad que nace de saber qué ha sido de cada uno de ellos, cuál es la historia que se esconde tras su relatos, un ejercicio sobre el dolor que dos personas se causaron en un momento en el que compartieron sus vidas y de la interpretación que, con el paso de los años, dan cada uno a esa experiencia. En el intercambio de las misivas entre esta expareja entrevemos un tono de tristeza y melancolía, que atesora aún el calor del cariño y la ternura que una vez se profesaron y que tratan de intercambiarse nuevamente. Las misivas que se escriben van dibujando una historia de culpa y reparación que va afianzando una relación de amistad entre dos personas que deciden olvidar y perdonarse mutuamente.
La importancia de esta relación epistolar radica en la búsqueda de la esperanza, en la posibilidad de reconocerse mutuamente como adultos, como personas capaces de situarse en la piel de cada uno de ellos y comprender las decisiones mutuas que les llevaron a separarse. Es a partir del presente, de lo que cada uno es ahora, a partir de donde inician una nueva relación que les lleva a enmendar errores del pasado; ninguno de ellos busca retomar su antigua relación (ambos saben que no es posible), sino que tratan de reconfortar dos almas heridas, de reconstruir una relación que les permita recuperar su autoestima y la conciencia de la realidad en la que viven. Lo que Miyamoto nos plantea es una lección literaria sobre la necesidad de perdonarnos y recuperar la autoestima para poder seguir con nuestra vida.
En “Tapiz de otoño” Miyamoto despliega un estilo narrativo fundamentado en una escritura ligera, con toques agridulces, dura en ocasiones pero siempre clara, que sirve de fundamento para reconstruir la relación de afecto y redención que ambos protagonistas necesitan del otro. La delicadeza de los recuerdos que se nos van descubriendo con cada carta nos revela una historia de amor entre dos personas que acabó malográndose por un hecho trágico, pero que no pueden recuperar. Lo que si volverá a sus vidas es el perdón que les permitirá reconstruir su presente y dar forma a su futuro. Ambos protagonistas saben que no volverán a verse cara a cara, pues la vida de cada uno tomó rumbos diferentes; el intercambio de cartas es un ejercicio de autorreflexión y análisis para tratar de cerrar las heridas de un pasado que les ha estado persiguiendo durante años. El modo en el que estos logran alcanzar este objetivo es lo que dota de belleza y sentido a esta historia, repleta de una belleza que reconforta el corazón del lector, al hacernos partícipe de una intensa historia de amor imposible, una historia breve en su extensión, pero enorme en el recuerdo que deja en el corazón de su lector.