El sentido de consentir de Clara Serra
por Lara Vesga
En los últimos años, el consentimiento se ha establecido como uno de los grandes debates nacionales e internacionales. Casos como el de «La Manada», el del juicio a Dani Alves o el del beso de Luis Rubiales a la futbolista Jenni Hermoso, entre otros, han puesto bajo el foco un consentimiento sexual que es tratado como la panacea, como la solución a todos los problemas que puedan presentarse en el terreno del sexo.
El ensayo «El sentido de consentir», de la investigadora, activista feminista y exdiputada de la Asamblea de Madrid Clara Serra (Madrid, 1982) viene a cuestionar esta univocidad del consentimiento, argumentando que, muy al contrario, se trata de un concepto enormemente ambiguo y contradictorio, e instando a que lo pensemos no como una solución sino como un problema.
“No existen fórmulas preestablecidas para hacer que el consentimiento sea algo claro (tampoco el lenguaje verbal) y, por tanto, la única forma de aclarar o verificar el consentimiento (o saber si estamos diciendo sí o no) pasa por interpretar el significado de nuestras palabras, gestos y actos en función de un contexto siempre particular”, explica la autora en las páginas iniciales de su ensayo.
He plagado de pósits este librito de 129 hojas que pone sobre la mesa reflexiones súper interesantes sobre las que nunca había pensado de manera detenida. Como esa de que habitamos una sociedad patriarcal que normaliza la violencia hasta el punto de que ni víctima ni victimario saben identificar claramente qué es una agresión sexual. O esa otra que pone en entredicho el sentido de consentir en contextos donde el hombre tiene más poder y puede abusar de su autoridad, convirtiendo el consentimiento en un acto forzoso.
Especialmente bombardeado a notas está el capítulo del neoliberalismo sexual que habla sobre el nuevo paradigma del consentimiento, que está convirtiendo al deseo en protagonista. Es decir, hemos pasado del no es no al solo sí es sí porque teóricamente el sí es más auténtico al expresar deseo. Pero decir sí no siempre significa decir sí, porque lo que viene en muchas ocasiones al decir sí es una experiencia desconocida. “Nada nos libra de la ambigüedad de lo que vendrá”, dice Clara Serra, que aunque acepta que es un horizonte deseable que consentimiento y deseo coincidan, alega que consentir no es sinónimo de desear.
El sentido de consentir pone un primer ladrillo en la construcción del enorme trabajo cultural de fondo que precisa la sociedad respecto al consentimiento sexual. Y sí, defiende a capa y espada que el consentimiento ha de servir para delimitar la violencia. Pero también el derecho de las mujeres a no saber lo que quieren en todo momento y bajo cualquier circunstancia. Y, desde luego, su derecho a dudar, explorar, descubrir e incluso equivocarse sin que ello justifique la violencia.