La solterona de Edith Wharton
por Ana Olivares
Tina tiene dos madres, pero sólo quiere a una
En esta ocasión os presentamos una de las novelas cortas de Edith Wharton. Escritora excepcional y mujer adelanta a su época, fue la primera en ganar un premio Pulitzer gracias a La edad de la inocencia (1911). Vivió entre New York y Francia, y viajó sola por toda Europa. Su obra fue reconocida en vida, y uno de sus buenos amigos, Henry James, afirmó “decía más y lo decía mejor”, refiriéndose a su estilo literario. No es de extrañar que se trate de uno de los mejores ejemplos de escritoras importantes de todos los tiempos, por lo que conocer su obra es indispensable.
La solterona, nos sitúa en los círculos más prósperos de la sociedad neoyorquina, donde dos primas unirán su destino para siempre mediante un secreto bastante trágico que alterará sus vidas. Ambas vienen de familias acomodadas y pertenecen a la flor y nata del momento; sin embargo, Delia Ralston, reina de las fiestas y dedicada a mantener en todo momento la apariencia social que su status le obliga, decide ayudar a su prima Charlotte Lovell que pronto anunciará su compromiso con Joe Ralston, primo de su marido y por tanto, la llave para asegurarse así una puerta abierta a formar parte de una de las familias más prósperas de Nueva York.
La clave de la trama se esconde en que es la propia Delia quien nos contará de primera mano las impresiones y las acciones que se van sucediendo a lo largo de la novela, por lo que obtendremos su perspectiva y por tanto un punto de vista bastante marcado que contrastará con el dolor, consternación y hermetismo de su prima Charlotte, ya que al fin y al cabo es la que peores consecuencias obtendrá de esta asociación casi obligada para el futuro de la segunda. Pero lo que comenzó siendo una especie de obra de caridad acabará convirtiéndose en una constante lucha de poder entre ambas protagonistas. La salvadora de la terrible situación de una, resultará ser la instigadora que ha provocado su desastre vital, incluso compitiendo y arrebatándole el amor de una hija a una madre que permanecerá en todo momento en un segundo lugar, como una sombra, siempre vigilante, ruda y constante en su intención real; mientras que la otra vivirá como un idilio que se acaba cuando afronte la realidad que el tiempo no ha sido capaz de alterar pese a sus numerosos intentos por maquillarla. Inevitablemente el conflicto álgido se vivirá, como bien espeta una de nuestras protagonistas, en el momento que Tina conoce a su tía Diana, y durante su compromiso. Asistiremos a las distintas etapas de vida de estas primas hermanas que permanecerán unidas a pesar de las rencillas debido a las circunstancias especiales de su unión; pero también demuestra como las personas nos sorprenden con sus repentinos cambios de razonamientos, y cuando todo parece indicar el desastre, la necesidad de unirnos en la adversidad nos obliga a continuar con alianzas del todo inapropiadas.
Ha sido toda una sorpresa que la novela finalmente se centrara en la compleja relación de este triángulo familiar tan peculiar. En el que las figuras femeninas compiten entre sí por el amor de una hija que jamás comprenderá el amor de madre hasta que lo sea. Por otro lado, como se puede confundir este amor con posesión o apropiamiento de los logros ajenos, queriendo vivir una vida a través de tu hija o de cualquiera a quien puedas avasallar. También de la capacidad de resistencia de alguien a quien sólo le mueve la felicidad de su hijo; y por supuesto, del perdón y de la necesidad de asumir las consecuencias de tu propia verdad por dura que esta sea. La solterona, como su propio nombre indica, también denota una definición negativa al estado de una mujer no casada a cierta edad; y más en aquella época, en la que una mujer no era nadie sin el apellido de un marido. Este menosprecio al que será sometida otra de nuestras protagonistas, y del que la propia cría bastarda se nutre para burlarse de su “tía”, no sólo es un destino al que más adelante se enfrentará, sino que es la pena o el castigo que debe cumplir una de sus tutoras por tratar de ofrecerle una mejor posición. Un tema central feminista que retrata la realidad de una mujer, que debe superar mayores obstáculos y prejuicios por el simple hecho de serlo.
Podríamos describir muchos aspectos de la obra de Edith Wharton, pero nos centraremos en los más evidentes. Posee descripciones concisas y repletas de matices, sí, son grandiosas; su autora sabe escoger la palabra que amplificará su mensaje dotándolo de mayor sentido: descripciones magníficas en pocas palabras. Además de la forma en la que te conduce a callejones que marcan un destino claro, y en realidad confluyen por otros que nunca habrías esperado. Esa capacidad de sorpresa y de hacer razonar al lector hace que su historia te atrape sin importar el argumento. Lo más valioso es la complejidad de sus personajes, las distintas personalidades y esos caracteres marcados que los hacen aún más humanos. Y por supuesto, la crítica social implícita que repasa la frivolidad de las altas clases sociales de Nueva York a inicios del siglo XX. Y es que parte contexto se basa en la problemática de clases. Donde todo el que se salía de las normas convencionales del momento, era tachado de impío y rechazado de inmediato. Algo que por desgracia continúa a día de hoy, y no sólo en Estados Unidos.
Una historia que habla del sacrificio de una madre por su hija; del amor y del odio, y de la delgada línea que separa ambos sentimientos. Todo un clásico que nunca pasa de moda y del que podemos aprender mucho.