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No voy a pedirle a nadie que me crea de Juan Pablo Villalobos

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por Lara Vesga

No voy a pedirle a nadie que me crea de Juan Pablo Villalobos

No voy a pedirle a nadie que me crea de Juan Pablo Villalobos

Los distintos narradores de esta historia lanzan una clara advertencia ya desde el título, y es que todo en ella es un continuo delirio surrealista y cotidiano a la vez, como la vida misma. Para empezar con el elenco de esta novela loca y coral, está el protagonista, un mexicano que comparte nombre y apellido con el autor de la obra y que viaje a Barcelona para estudiar Literatura acompañado de su novia. Pero ya desde antes de aterrizar en España se verá metido en un lío monumental por culpa de su primo, un liante de tomo y lomo que se dedica a estafar y trapichear.

Introducido sin quererlo en un negocio de alto nivel, el protagonista se verá inmerso en una especie de novela negra, o más bien podría decirse de humor negro, plagada de peligrosísimos mafiosos, una novia que o no se entera o no se quiere enterar de nada, una amante lesbiana cuyo padre es un político corrupto, una perra que se llama Viridiana y un compañero de piso cuya hija recita versos, además de la omnipresente propia madre del protagonista, que no está pero está todo el rato, a través de melodramáticas cartas con las que intenta hacer un continuo chantaje emocional a su hijo.

A nadie le pasa lo que le pasa a Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, México, 1973). Inventor de un universo propio con personajes excéntricos y entrañables a los que no paran de sucederles cosas rocambolescas pero divertidísimas, el autor es un maestro del humor y una máquina de generar carcajadas, a la vez que nos habla incesantemente de la importancia de la literatura en nuestras vidas.

Ganadora del Premio Herralde de Novela 2016 y con una reciente adaptación cinematográfica que puede verse en Netflix, No voy a pedirle a nadie que me crea es un ejercicio de autoficción extrema que, mediante la parodia, la sátira y el absurdo, hace crítica social a la vez que no para de embrollar a personajes y lectores a través de un juego de monólogos interiores, diálogos, emails, cartas póstumas y diarios personales, convirtiendo todo en un juego cuyo principio y final es el humor. O la escasez de solemnidad, como prefiere definirlo el autor.

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