París despertaba tarde de Máximo Huerta
por Gemma Juan
¡Máximo Huerta nunca me defrauda! Pero esta es, de todas las que he leído, la novela que más me ha gustado. Una joyita literaria que te cautiva desde la primera página.
Leer “París despertaba tarde” te traslada directamente a la capital francesa, concretamente a la época de los años 20, a los cafés parisinos y a las mujeres elegantes con sus tocados. El autor tiene un don para crear una exquisita ambientación y una atmósfera evocadora en la que describe, de una manera mágica, los bulevares y las terrazas del París de 1924, un período de mucha actividad cultural y social en la ciudad. Cada página está impregnada de la esencia de la ciudad, los cafés bohemios, las luces de Montmartre, la música jazz, las calles empedradas… logrando sentir la vibración de la época.
Mientras la capital de Francia se prepara para los nuevos Juegos Olímpicos, el autor se retrotrae cien años y nos abre las puertas de una ciudad inmersa en la organización de las Olimpiadas, donde la vida era pura ebullición y el arte la salvación tras dejar atrás los años oscuros de la guerra.
Con esta novela, Máximo Huerta presenta una historia de amor (y desamor) cuya protagonista es Alice Humbert. La pobre tiene el corazón roto porque el amor de su vida, Ërno Hessel, la acaba de abandonar para irse a Nueva York. Irónicamente, como un regalo de despedida, le deja a la protagonista una tienda en París, satisfaciendo así, el deseo de Alice.
A lo largo de toda la novela iremos viendo el crecimiento y la madurez de Alice, una joven que no lo ha tenido nada fácil en la vida, pero que siempre ha luchado por sobrevivir y sacar adelante a sus dos hermanos pequeños, Claire y Jules.
Alice trabaja como modista en su tienda y conoce a gente de todo tipo a pesar de que regenta una tienda humilde y pequeña. Desde filántropos a modelos que posaban para pintores, fotógrafos y otros artistas. Ellos, de renombre. Ellas, anónimas. Y es que el autor ensalza a la mujer hasta las cotas más altas. En concreto, a aquellas que fueron retratadas, fotografiadas y esculpidas, pero cuyo nombre se disolvió en cuadros abstractos, impresionistas y cubistas de salones, restaurantes caros y museos.
De esta manera, en la historia se cruzan pintores y escritores famosos, deportistas y figuras del poder, pero resalta sobre todos una mujer luminosa, divertida, atrevida y que estoy convencida de que os robará el corazón de todos: la inmortal Kiki de Montparnasse, la mejor amiga de Alice.
Mientras Alice está comenzando a vivir su sueño de crear y ser un referente en la ciudad, será ella, la gran Kiki, la que la levante y la impulse para seguir adelante, dejando la tristeza a un lado y evitando que se sienta desolada por la ausencia de su amado.
Será la gran Kiki, la que en un momento determinado de la historia le diga a Alice:
“El tiempo es algo que nadie te da nunca, porque no existe tiempo para regalar”
Alice vivirá junto a sus hermanos el renacer de su sueño y vivirá en busca de su lugar en el mundo y, por supuesto, la felicidad. París, en esos tiempos se prepara para la celebración de los Juegos Olímpicos y es en ese 1924 convulso políticamente en que la joven, deberá jugar sus cartas para intentar dejar atrás la tristeza de su pasado y convertirse en referente entre la aristocracia que comienza a frecuentar su humilde y maravillosa tienda.
El amor envuelve la novela en todas sus facetas. Amor por la pareja, por los amigos, por la moda, por el trabajo, por París y por Hortense, una niña que cambiará la vida de Alice.
No todo es bonito en esta historia, hay varios acontecimientos espeluznantes que consiguen conmover bastante al lector.
Y si hay algo de Máximo Huerta que me tiene cautivada es su prosa, su bella manera de contar las cosas, sus frases, su delicadeza:
“Abrimos puertas, cerramos ventanas, elegimos otra calle por la que atravesar el barrio y volvemos con el tiempo a la misma por la que paseamos felices. Importa nuestra música, la que late en la tripas. Esa que nadie jamás escuchará. Ahí donde se esconde el olor del cuello de mamá, el primer beso y el ruido de una manzana de caramelo. Ese es el territorio de la verdad”
En definitiva, “París despertaba tarde” rebosa amor y amistad. Una novela que debéis descubrir, paladear y disfrutar, en la que el autor nos presenta ese París que conocemos, como bien dice, en blanco y negro, pero que estaba lleno de música, luz, color y fuegos artificiales que eran los perfectos compañeros de quienes se atrevían a vivir sin más límite que exprimir la vida. Así que ya sabéis, leer esta novela de Máximo Huerta y recordar siempre esta frase:
“El día que la vida elige para hacerte feliz es inesperado”