Sobre la tierra, bajo la sombra de Leire Milikua
por Lara Vesga
Caía un sol de justicia, así que mi madre esperaba bajo la sombra de un árbol a que mi padre terminara de hacer un recado en una tienda. Entonces pasó una conocida que iba acompañada de otra mujer, y le alabó a mi madre el tono moreno de piel -tan bonito, dijo-, que tenía. Mi madre le contestó que es que había estado toda la mañana en la huerta sacando los ajos. La conocida no contestó nada, sonrió y siguió su camino, y cuando creía que ya mi madre no podría oírla le dijo a su acompañante:
– ¿Sacando ajos? Esta no ha cogido un azadón en su vida.
Mi madre no pertenece al sector de la actividad agraria. Pero la huerta ya pasó hace tiempo de ser una afición a convertirse en un modo de vida, de comer sano y de procurar que el resto de su familia comamos también productos salidos de la tierra, que ingiramos algo que para variar no venga embolsado, enlatado ni ultraprocesado. Ese comentario que le hicieron, característico del patriarcado y soltado para más inri por una mujer, es algo con lo que suele lidiar. Así que, si gestionando solo su huerto y un puñado de árboles frutales ha escuchado este tipo de juicios, es posible hacerse una idea de lo que tienen que soportar las mujeres rurales, las campesinas protagonistas de este ensayo con el tan pertinente título de Sobre la tierra, bajo la sombra.
Leire Milikua (Abadiño, 1985) reúne las voces de cuarenta y tres campesinas de Euskadi para dibujar el retrato de la situación de las mujeres en los espacios de decisión del sector agrario. El ensayo, escrito originalmente en euskera, abarca lo estructural, lo público, lo personal y lo íntimo, logrando convertirse en un espacio de reflexión sobre nuestro papel como sociedad en lo que concierne a lo rural y especialmente a las mujeres campesinas.
La autora abre ventanas y siembra un mañana diferente y mejor arrojando luz, foco, visibilidad y reconocimiento sobre las invisibles entre las invisibles. Sí, hay interesantísimos datos, referencias y citas a lo largo del ensayo, pero su mayor fuerza y su unicidad reside en los testimonios de las campesinas, que duelen pero consiguen que la persona lectora dirija su mirada hacia ellas. “Fíjate, recuerdo que fui a una reunión comarcal, al principio, y uno me dijo: ¿Qué pasa, no tienes nada que hacer o no tienes que planchar?”, cuenta una de ellas.
Este tipo de relatos se repiten. Son transversales a todos los sectores. Y a todas, por desgracia, nos sonarán, aunque en un mundo agrario que ha sido mayoritariamente gobernado por los hombres, resuenan con más fuerza. Pero Leire Milikua da esperanza y reivindica la absoluta necesidad de las mujeres campesinas. Como ella misma dice, que el movimiento no pare.