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Una carta sin pedirla. Correspondencia de Virginia Woolf

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por Lara Vesga

Una carta sin pedirla. Correspondencia de Virginia Woolf

Una carta sin pedirla. Correspondencia de Virginia Woolf

La incombustible escritora de cartas

 

“Es estupendo estar casada; muy simple y rápido. Te quedas de pie, repites dos frases y luego firmas”, decía Virginia Woolf en una carta a su amiga Janet Case, fechada el 17 de agosto de 1912. Así arranca Una carta sin pedirla, una joyita en tapa dura de la editorial Páginas de espuma que recoge una selección de misivas, la mayoría inéditas en castellano, que ordenadas cronológicamente desde 1912 hasta 1941 recorren los tres temas principales de su correspondencia: la literatura, las diferentes casas donde la escritora vivió y escribió y las personas con quienes tuvo relación de un modo u otro.

Editada por Patricia Díaz Pereda, quien ya reunió en 2023 las cartas y notas de los viajes de Virginia Woolf en el libro De viaje, esta recopilación muestra a una Woolf divertida, afectuosa, espontánea, irónica y hasta cotilla, para quien escribir cartas era una manera de entretener, divertir e interesarse por la salud y las penas de sus destinatarios, y tratar de aliviarlas en la medida de sus posibilidades. Es indudable que la autora británica tenía un talento brillante para escribirlas, aunque ella pensara lo contrario: “Es uno de los dones que las hadas no me dieron cuando se asomaron a mi cuna”. Y aunque con los años detestaba cada vez más redactarlas, siempre disfrutó recibiéndolas: “Sí, tengo tu carta y fue un gran placer recibirla. Es tan poco frecuente recibir una carta sin pedirla y sin que haya necesidad de escribirla y son las únicas que merece la pena recibir”.

Lo cierto es que pese a sus reticencias, Virginia Woolf (1882-1941) fue una incombustible escritora de cartas. Prueba de ello son las cerca de 4000 cartas manuscritas que a día de hoy se conservan de la autora, agrupadas principalmente en dos colecciones: la Berg Collection de la New York Public Library y la de la University of Sussex Library, muchas de ellas con las respuestas de sus destinatarios.

Patricia Díaz Pereda asegura en el prólogo que a Woolf nunca le preocupó lo que se hiciera con sus cartas tras su muerte. También reconoce que el trabajo de selección fue exhaustivo y arduo debido al interés y la calidad del ingente material. Pero el resultado nos ilumina la parte más desconocida de una de las principales escritoras y ensayistas del siglo XX. Entre los principales corresponsales de sus cartas estaban su hermana Vanessa Bell, sus amigos Lytton Strachey, Roger Fry, o Violet Dickinson, su amante Vita Sackville-West, los escritores T. S. Eliot y Thomas Hardy y su marido Leonard Woolf, a quien dirigió su última misiva el 28 de marzo de 1941, momentos antes de llenar los bolsillos de su abrigo de piedras y suicidarse lanzándose al río Ouse, cerca de su casa: “Quiero decirte que me has dado una felicidad completa. Nadie podría haber hecho más de lo que tú has hecho. Por favor, créelo. Pero sé que nunca superaré esto: y estoy malgastando tu vida. Es esta locura. Nada de lo que me diga nadie puede persuadirme”. Firmado, V.

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