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Ya no quedan junglas adonde regresar de Carlos Augusto Casas

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por Lara Vesga

Ya no quedan junglas adonde regresar de Carlos Augusto Casas

Ya no quedan junglas adonde regresar de Carlos Augusto Casas

No tenía yo el gusto de conocer a Carlos Augusto Casas (Madrid, 1971) pero palabrita de lectora fiel que a partir de ahora lo mantendré en mi radar. El caso es que hace unos días cayó en mis manos la última edición de Ya no quedan junglas adonde regresar, novela que vio la luz en 2017 y que fue arrasando con varios premios de género negro a su paso, entre ellos el Wilkie Collins, el Novelpol y el Tuber Melanosporum del Festival Morella Negra. El libro fue una de las revelaciones del momento y su éxito le ha llevado a que a día de hoy esté siendo adaptado al cine en una producción internacional.

Vamos al turrón: Mateo Acuña, conocido como el Gentleman, Teo para los amigos, es un anciano viudo al que como suelen decir los viejos de los pueblos, el cuerpo le pide tierra. Aparte de lamentarse ante la visión arrugada que le devuelve el espejo y de empinar el codo en un bar de la zona de Montera con los parroquianos del lugar, todos de la misma quinta, poco le queda ya por hacer en el mundo con una vida a la que prácticamente ya no le encuentra el sentido. Aunque como casi siempre, hay una excepción: los jueves, el día que queda con Olga, una prostituta que por cuarenta euros la hora le vende su compañía, le da conversación y le hace olvidar la soledad que tiene incrustada hasta el tuétano, a la vez que ella se aleja durante sesenta minutos “de la boca con sabor a plástico y espermicida, de los hombres pequeños que se hacen grandes con gritos y exigencias, y de tapar la podredumbre con maquillaje”.

Pero una noche Olga es asesinada durante un servicio con cuatro poderosos abogados y el Gentleman, lejos de dejarse hundir por una realidad ya del todo insoportable, renace de sus cenizas aupado por la sed de venganza y, mira tú por dónde, le encuentra el sentido a su existencia: matar a los asesinos de Olga.

Escrita con una prosa ágil, directa, trepidante y rebosante de humor negro, Ya no quedan junglas adonde regresar es un festín literario rebosante de diálogos y reflexiones ingeniosas, con escenas no aptas para lectores con estómagos sensibles (el mío lo tengo a prueba de bombas) y con un final cerrado de manera sobresaliente en el que tanto la trama principal como las subtramas quedan ataditas sin dejar flecos sueltos, para desgracia de todos aquellos lectores que hubiéramos firmado por disfrutar de una segunda parte.

En esta novela el amor, la violencia y la venganza conforman un perfecto ménage à trois articulado a través de unos personajes brutales que hacen que la tensión no decaiga jamás. Y es que al abuelo vengador le acompañan una policía que ahoga sus penas amorosas en alcohol, un sicario harto de matar y deseoso de una vida lo más anodina posible, un proxeneta mezquino pero con su guasa al que le llaman el Tigre y un opulento mafioso clavadito a una babosa gigante, tipo Jabba el Hutt, el alienígena de La guerra de las galaxias.

A menudo gente de mi alrededor que coge un libro de higos a brevas y que se asombran al verme a mí como un ente extraño con una novela siempre en la mano, me pide consejo sobre qué leer, argumentando que nada les consigue enganchar. Pues bien, amigos lectores ocasionales, este es vuestro libro. Y para vosotros, amigos lectores acérrimos que, como yo, no conocían al escritor Carlos Augusto Casas, por descontado que también lo es.

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