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Su visión nos ayuda a comprender qué sucedió

Por Rubén José Olivares Puertas

Escribía Arthur Ponsonby en su libro Falsehood in Wartime: Propaganda Lies of the First World War (1928) que «Cuando se declara la guerra, la verdad es la primera víctima». Por extensión, todos aquellos que tratan de acercarse a conocer las causas que subyacen en todo conflicto bélico son víctimas indirectas de la muerte de la verdad, pues todo queda cubierto por una densa niebla de intereses políticos, socioeconómicos e ideológicos. El convulso periodo de la II República Española y el trágico desenlace de ésta, no fue ajena a este fenómeno. Acercarse hoy en día a las causas que pudieron originar la caída del régimen democrático y el estallido del conflicto bélico sigue siendo una empresa incierta, en la que los bandos enfrentados en el conflicto compiten por imponer su verdad sobre la verdad del otro.

A estas dificultades no ayudan los intereses ideológicos y políticos que a menudo muestran los encargados de velar por la neutralidad y ayudar a comprender la historia de España, cuyo ejemplo más cercano fue la redacción del “Diccionario Biográfico” de la Real Academia de la Historia, en la que se minimizaba el papel negativo de los militares sublevados contra la II República y el régimen dictatorial posterior, ensalzando el papel de Francisco Franco. Tratar de estudiar la historia contemporánea de España se ha convertido en una odisea en la que debemos de lidiar entre historiadores afines a cada bando, para llegar a obtener una imagen lo más realista de lo sucedido. A ello no contribuye la falta de interés que los diferentes sistemas educativos impuestos por los diferentes gobiernos muestran a la hora de enseñar este periodo.

Por ello es de agradecer poder acercarse de mano de los principales actores que vivieron ese convulso periodo, a los inestables últimos años de la II República y de la Guerra Civil, a fin de obtener de sus protagonistas una visión cercana de lo vivido. Este fue el caso de Diego Hidalgo, Ministro de la Guerra al que el gobierno de la II República impuso el objetivo de modernizar y “democratizar” al ejército español, al tiempo que trataba de alejarlo de las acciones insurreccionarias y nuevos Golpes de Estado, tarea que lamentablemente no llegó a cumplir. Asistimos en este ensayo a un estudio detallado de las decisiones que Diego Hidalgo tuvo que tomar en cumplimiento de sus obligaciones y labores como Ministro de la Guerra, siendo testigos privilegiados gracias a la perspectiva que nos dan los años, de los aciertos y errores que cometió en su desempeño. Las acciones de modernización del ejército y los intentos por solucionar los problemas que acechaban a éste – oficiales y suboficiales ascendidos sin méritos durante la Dictadura de Primo de Rivera, suboficiales mal pagados, oficiales reacios a la II República y la democracia, etc. – unidos a la mala gestión del estallido de la insurrección general de octubre de 1934 – La Revolución de Asturias –, y la tensión que vivía el país, truncaron sus aspiraciones políticas y su labor como ministro.

Gracias a su tesón e interés por ofrecer su visión sobre aquellos hechos, podemos disfrutar de un ensayo apasionante, vivaz y cercano que nos transporta a los convulsos años de la II República, permitiéndonos entender un poco más las complejidades de la II República española y su trágico desenlace.

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