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El Principito de Antoine de Saint-Exupéry.

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por Gemma Juan Giner

¿Hay alguien que no se haya leído El Principito? Yo debo confesar que lo he leído dos veces, una por placer y otra por trabajo y en ambas lecturas he aprendido algo nuevo desde una perspectiva diferente. En esta reseña quiero hablar de la importancia de la Comunicación No Verbal, tanto en El Principito, como en nuestro día a día o incluso en el ámbito empresarial.

El libro de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry presenta dos ideas claramente diferenciadas. Por una parte, el lenguaje de las personas mayores, puramente verbal y rígido, “aburrido” como diría El Principito. Y, por otro lado, el lenguaje de los niños, lleno de matices y abierto, completamente, a la imaginación.

La comunicación no verbal juega un papel fundamental en El Principito. Pero, ¿en qué consiste este tipo de comunicación? Se realiza a través de signos: imágenes sensoriales (visuales, auditivas, olfativas…), sonidos, gestos, movimientos corporales, etc. Se dice que la mayoría de la comunicación la hacemos con lenguaje no verbal y no con palabras. Las formas no verbales de comunicación entre los seres vivos incluyen: luces, imágenes, sonidos, gestos, colores y entre los humanos además los sistemas simbólicos: las señales, las banderas y otros medios técnicos visuales.

Cuando conocemos a una persona nueva tenemos muy en cuenta la información no verbal que obtenemos y emitimos, ya sea de forma consciente o inconsciente. Ser consciente de ello nos ayudará a evitar prejuicios que distorsionen la realidad. Según el psicólogo, Albert Mehrabian, solo el 7% de la información se atribuye a las palabras, mientras que el 38% se atribuye a la voz (entonación, proyección, resonancia, tono, etcétera) y el 55% al lenguaje corporal (gestos, posturas, movimiento de los ojos, respiración, etcétera).

Y esto es un poco lo que ocurre con El Principito. A lo largo del libro, se puede distinguir una clara comunicación no verbal, a partir de las ilustraciones, que sirven para transmitir mejor al lector sus ideas y que podamos entenderlas mejor.

Un ejemplo de esto es el dibujo de las boas. Si no viéramos las ilustraciones no llegaríamos a comprender si realmente el dibujo parece un sombrero o si realmente es una boa con un elefante dentro.

Durante toda la lectura las ilustraciones nos ayudan a entender las cosas que el piloto ve, siente, y describe en sus conversaciones con El Principito, como por ejemplo, cómo un baobab puede destruir un asteroide pequeño por todo lo que crecen.

El Principito refleja cómo otras formas de comunicación que no siempre implican la palabra, pueden transmitir tanto. La comunicación no verbal se encuentra en las lágrimas, en las sonrisas, en la escenografía… La actitud de cada personaje es lo que nos hace reflexionar, más que sus palabras.
En varios relatos, vemos cómo la comunicación no verbal predomina sobre las palabras. Un ejemplo de ello, es cuando la flor tose para ganarse así la simpatía del principito:

“La flor interrumpió; había llegado allí en forma de semilla y no era posible que conociera otros mundos. Humillada por haberse sorprendido inventando una mentira tan ingenua, tosió dos o tres veces para atraerse la simpatía del principito.
– ¿Y el biombo?
-Iba a buscarlo, pero como no dejabas de hablarme…
Insistió en su tos para darle, al menos, remordimientos”.

En este caso, la flor está utilizando la tos (lenguaje no verbal) para ganarse la simpatía del principito provocando en él cierto sentimiento de fragilidad. A lo que el principito señala:

“No supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Me perfumaba y me iluminaba. ¡No debí haber huido jamás! Debí haber adivinado su ternura detrás de sus pobres astucias”.

Claramente, el principito le está dando más valor a los hechos que a las palabras. Lo mismo ocurre con este relato:

“Sois bellas pero estáis vacías. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa que he regado. Puesto que es ella la rosa que puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa que abrigué con un biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté. Puesto que es ella la rosa a la que escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Porque ella es mi rosa”.

En este relato, lo que más valora el principito, una vez más, son los hechos ante las palabras.

El pasaje que vimos en clase en el cual el Principito se encuentra con un zorro que le pide que le domestique es fundamental. Refleja, con una bella metáfora, la base de la comunicación y de lo que está ocurriendo, en estos momentos, en el ámbito empresarial. Las marcas ya no se anuncian, se relacionan. Y esto es, precisamente, lo que busca el Principito, relacionarse.

Esta metáfora refleja el pasado, el presente y el futuro. Si lo trasladamos al mundo empresarial, hablamos de lo analógico y lo digital. Porque por mucho que algunos insistan, por mucho que se haya instaurado una notable obsesión por los nuevos canales, nada ha cambiado. Nada. No mientras la comunicación se realice entre personas. No mientras haya necesidad de domesticar y ser domesticados.

Comunicación Verbal. A través de las palabras, el Principito también provoca grandes reflexiones en el lector. Un ejemplo de ello es cuando invita a reflexionar sobre qué es más importante, lo tangible o lo intangible:

“Hace millones de años que las flores tienen espinas y hace millones de años que los corderos, a pesar de las espinas, se comen las flores. ¿Es que no es cosa seria averiguar por qué las flores pierden el tiempo fabricando unas espinas que no les sirven para nada?, ¿es qué no es importante la guerra de los corderos y las flores?, ¿no es esto más serio que las sumas de un señor gordo y colorado? Y si yo sé de una flor única en el mundo y que no existe en ninguna parte más que en mi planeta; si yo sé que un buen día un corderillo puede aniquilarla sin darse cuenta de ello, ¿es que esto no es si importante”.

Por último, si tuviera que quedarme con algún relato en el que realmente predominen las palabras, me quedo, por una parte, con el relato del rey en el cual le dice al principito:

“Te juzgarás a ti mismo. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio”.

El otro relato con el que me quedaría es cuando el zorro le pide al principito que le domestique:

“- Por favor, domestícame.
-Me gustaría, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
-Solo se conocen las cosas que se domestican. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!”

Un poco más adelante, esta conversación continua así:

“Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuánto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto. ¡Descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón”.

¿Hay algo más bonito que esta frase que comunica tanto? Yo creo que no.

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