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EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA de Gabriel García Márquez

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por Ana Olivares

El Ocaso de unos Dioses 

Hacía tiempo que quería coger uno de los libros de este gran escritor para dejarme llevar por sus escenarios cargados de detalles, color y simbolismo; impregnarme con frases llenas de sabiduría que nos incitan a reflexionar sin pretenderlo; y a dejar que esa añoranza lejana hacia el pasado lo inunde todo. Ese realismo mágico que caracteriza su narrativa transforma lo cotidiano en algo fantástico provocando que cualquier historia que nos quiera contar se convierta en un relato lleno de sensaciones por descubrir. Sus frases y párrafos invaden nuestros sentidos, nos transportan de nuestra realidad a la suya; una realidad en la que el “Gago” se convierte en el titiritero que mueve los hilos de tu conciencia. Creo que me he quedado corta, me faltan las palabras adecuadas para describir cuán inmensa es la obra de este genio de la literatura que ganó el Premio Nobel en dicha categoría en 1982.

«El amor en los tiempos del cólera» rondaba por mi casa ya casi un año desde que llegó. Y ahora me alegro de no haberlo leído antes; ha sido la mejor lectura para mitigar el confinamiento. Esta novela es preciosa, intensa, agridulce, nostálgica y casi mágica. Tanto, que me va a ser muy difícil condensar toda la información que podemos encontrar en ella. Me disculpo de antemano.

Nos situamos en Cartagena de Indias, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, época que marca el final del colonialismo, cuando sólo quedan los últimos resquicios de la esclavitud y la tecnología comienza a ser vista en las calles. Fue un período convulso durante el cual se sucedieron diversas guerras civiles, y además, la enfermedad del cólera arrasaba en los barrios más pobres. Por eso el miedo al cólera será un factor determinante durante toda la novela. Los distintos extratos sociales a los que pertenecen estos personajes nos demuestran también el condicionamiento del origen.

Tenemos a un hijo de aristócratas, una mujer aburguesada que una vez fue rica y un pobre que no llega a ser miserable pero debe renunciar a los estudios. Hablamos de Juvenal Urbino, Fermina Daza y Florentino Ariza, una especie de triángulo amoroso que constituye la trama principal. Juvenal representa el personaje más idealizado, un médico espartano que sigue metódico sus propias convicciones y que cuándo intuye que se acerca su hora es capaz de confesar amor verdadero por Fermina; ésta ha experimentado con él el amor más carnal y también el amor colérico, y a pesar de que decidiese casarse con él justo cuando su padre le confiesa que están arruinados, empieza a quererlo desde el principio ; mientras que cuándo Urbino muere, ella recupera el amor idealizado de su juventud con Florentino Ariza, tras 51 años de matrimonio. Y eso que Fermina tan sólo mantuvo una relación epistolar de cuatro años con él, y lo rechazó a los 17 años «pobre hombre». Por lo que Florentino Ariza, el que más complicaciones y penurias tuvo que sufrir, simboliza el amor incondicional y más puro. Además, es el que decidió no abandonar nunca su pasión por la altiva Fermina, y el hecho de esperar hasta el funeral de Urbino para recuperarla, simboliza a su vez ese amor infinito que nunca acaba, pese al miedo del fin: la propia muerte.

El tema del amor y la muerte imperan, son la constante entre el principio y el fin que engloba a todos los personajes, tanto principales cómo secundarios, ya que éstos últimos sirven para definir los distintos tipos de amor que se nos muestran. Desde el amor idealizado e infinito hasta el amor no correspondido; el amor romántico relacionado con la muerte; el amor sin amor…

Todos ellos presentan vidas repletas de esperanzas, sueños materializados o rotos, resignación o costumbrismo, rebeldía y pasión, pero sobre todo: Amor, como el fin último de todo.

Aunque la novela comienza casi en los últimos años de Juvenal y Fermina, el tiempo es cíclico, por lo que veremos cómo rememoran sus antiguas y presentes pasiones en el camino del recuerdo de otra vida que un día fue la suya. La trama es envolvente, el ritmo perfecto y el adecuado, nos regala muchas sorpresas, pasamos de una vida a otra sin apenas darnos cuenta.
Esos amores pasados o presentes que perdimos o conseguimos mantener siempre marcarán quienes somos. Nos perseguirán cómo fantasmas justo al ocaso de nuestras vidas; momento en el que tendremos que hacer balance de todas las decisiones que nos llevaron hasta este punto final.
Su lectura viene a ser cómo desentrañar una cadena de ADN que finalmente defina y se filtre en el nuestro. Es tan rico el vocabulario utilizado que nos deja frases para la posteridad. Palabras cargadas de emoción y pepitas de oro dentro de las escenas más cotidianas, lo que nos llega a replantearnos el poco tiempo que le dedicamos a la imaginación. Ese motor que mueve el mundo, traspasa conciencias y es capaz de cambiar todo cuánto existe.

Leer a Gabriel García Márquez es recomendable, pero debería ser obligatorio. Es intensidad. Además esta edición ilustrada por Luisa Rivera apareció tras celebrar con un libro ilustrado previo los 50 años de «Cien años de soledad», así rindió homenaje a dos de las obras de este gran autor.

¿A qué esperas para adentrarte entre sus páginas y recorrer otros mundos infinitos?