Escalofríos de R.L. Stine
por Ana Olivares
¿A quién no le gusta el miedo controlado?
Si algo tienen en común los niños en todo el mundo, es que la mayoría de ellos disfrutan con las historias de miedo. Aunque luego tengan que dormir abrazados a sus peluches favoritos o mantener encendidas las luces de sus habitaciones. Por fortuna, nada de lo que imaginemos leyendo entre estas páginas será realidad, por lo que no existe remordimiento alguno de sumergirse entre ellas e iniciar un viaje de lo más terrorífico y estimulante. Por mi parte, a esta lectura le añado el aliciente de retomar a un viejo autor que descubrí siendo una niña con su saga de Pesadillas, la que recuerdo con cariño y me regaló, como a muchos otros niños y niñas de la época; muy buenos momentos. Incluso se produjo una serie de televisión basada en estas historias y varias películas relativamente actuales. Y es que este autor estadounidense nunca pasará de moda, gracias a su estilo sencillo y actual, donde desde la seguridad de lo cotidiano nos traslada a una realidad de lo más siniestra e inesperada que pone a prueba a cada uno de los personajes. Contado desde esta misma perspectiva juvenil, logra embaucar a sus lectores y despertar sus miedos más profundos -pero sin pasarse.-.
En cada capítulo, Robert Lawrence Stine (1943) nos dedica unas palabras para contarnos qué tema le inspiró a escribir cada uno de ellos, regalándonos una pequeña introducción de lujo para adentrarnos entre páginas de misterio y giros inesperados. Desde, Bienvenidos a la zona intermedia, donde un niño logra salir de una especie de bucle temporal en el que llegar a tiempo al cumpleaños de su mejor amigo será el menor de sus problemas…; seguimos con Nuestros Pequeños Monstruos, donde el trabajo de canguro estará infravalorado y comprenderemos la importancia de comernos a los niños cuando todavía están tiernos; Piel, es una alegoría de la muda de la serpiente, sólo que en este caso se trata de una piel humana, una asquerosidad deliciosa en la que nuestra futura estrella del baloncesto Freddy Baker se va a lucir. El fantasma del coche, un concepto que gustó tanto a nuestro autor que se escribió desde el título; y desde luego no le quedó nada mal lo de pasar el testigo de una maldición automovilística a unos críos…
Luego tenemos El chico que oía gritos, en los que un viejo edificio se convierte en el escenario perfecto de un fantasma que pide ayuda y al que nadie ve. Bichos, asusta sólo por el nombre, y una piñata del infierno se encarga de volver loco a un niño al que le aterrorizan los insectos. Este será especialmente duro de imaginar. Cómo cambiar tu vida, nos habla del poder de los libros, de cómo Munroe Lackwitz, un niño que odia su vida se cambia a otra que odia aún más. El lado malo, habla de ese doble que nosotros mismos hemos creado y que anda suelto por el mundo y que puede acabar causándonos un desdoblamiento de personalidad. El hoyo en el jardín que va creciendo gracias a los nuevos amigos de nuestro protagonista, absorbe por completo su vida. Y para finalizar esta selección de pequeñas historias que generan escalofríos tenemos El constructor de monstruos, que a lo Frankenstein nos demuestra como Jamie, un niño que crea monstruosidades compite con su vecino por esta afición, y las cosas acabarán desmoronándose.
Los relatos más terroríficos de R.L. Stine actualizados a los nuevos tiempos. Si antes nos generaban pesadillas, ahora nos han dejado escalofríos por todo el cuerpo.