La fortaleza de Meša Selimović
por Rubén J. Olivares
Todas las literaturas, y la bosnia no es una excepción, nacen con los poemas orales, la semilla que dará vida al resto de creaciones literarias, formará el lenguaje y la épica fundacional de la cultura arraigada a esa lengua, y en el caso de los eslavos del sur esta cobra especial importancia como herramienta para apuntalar su identidad nacional. Que no conozcamos el vasto número de autores que esta región ha dado a la literatura entra dentro de lo normal, pues cada vez se lee menos y difícilmente se conoce y valora lo que se tiene en la tierra de cada uno, cuanto menos lo que se escribe fuera de ella.
Por fortuna las editoriales que se alejan del fenómeno del best seller y el marketing literario del fast food de los libros, dopado de premios otorgados por la propias editoriales, ofrecen al lector que huye de esta literatura refugio entre su catálogo con la publicación de obras desconocidas para el gran público, las cuales le permiten descubrir grandes autores y libros. Selimović es uno de estos autores, padre de un clásico moderno injustamente olvidado, como es El derviche y la muerte, una de las grandes novelas de la década de los 60. No obstante, nos centraremos en su segunda gran novela, La fortaleza, afortunadamente disponible en castellano en una cuidada edición de la mano de Automática Editorial.
El protagonista de esta historia es Ahmet Sabo, joven excombatiente del ejército contra los rusos destinado al enclave de Jotín. Desconcertado por las experiencias vividas en el frente, los horrores de la guerra y la brutalidad que ésta extrae de los hombres, el joven regresa a Sarajevo, ciudad en la que intentará reconstruir su vida sin saber aún que ha entrado en un nuevo territorio hostil del que no podrá escapar: el mundo absurdo, totalitario y despiadado del poder que tiene en la fortaleza que vigila la ciudad un símbolo de la tiranía que se cierne sobre la vida de sus habitantes. No obstante, el amor surgirá entre la niebla de despotismo de la ciudad a través de la figura de una joven cristiana, Tijana, que se convertirá en el faro y punto de apoyo de Ahmet para lograr mantenerse a flote en una ciudad en la que los poderosos castigan y someten a quien osa cuestionarles.
La fortaleza es una obra oscura y nihilista, a menudo rayana en el sentimiento de lo absurdo kafkiano, en la que la culpa que hila la tragedia de su personaje es, irónicamente, su bondad, la búsqueda de alcanzar una vida feliz acorde a su ética y moral, regida por las preceptos religiosos que considera la brújula moral por los que debe regirse, pero esta bondad acaba chocando irremediablemente con la ley y el poder de aquellos que gobiernan el destino del Imperio Otomano bajo el que vive, llevándole a sufrir injustas desgracias. No obstante, el protagonista de La fortaleza y el resto de personajes que le acompañan acaban encontrando una vía de salvación o redención a su situación a través del amor. En esta novela ambientada bajo el Imperio Otomano en Bosnia domina la presencia de lo oriental y el Islam, pues a lo largo de la misma nos topamos con versículos del Corán, citas de grandes filósofos islámicos así como un amplio vocabulario de expresiones turcas, árabes y persas – aunque contamos con las notas a pie de página para aclararnos su significado – lo que genera una atmósfera orientalista que nos sumerge de lleno en la historia, ambientada en el s. XVII en un Sarajevo dominado por el Imperio Otomano.
Esta ambientación otomana permite a Selimović adentrarse en la historia de Bosnia y en el devenir que ésta tuvo, además dota a la narración de un aire universal, dada la importancia que el Imperio Otomano tuvo dentro del mundo islámico y de Europa, pero también permite a su autor criticar y analizar el caprichoso ejercicio del poder de aquellos que lo ostentan, desplazando la acción hacia un pasado lejano que sirve de espejo para la crítica del presente, transmitiéndonos un claro mensaje: el poder sólo se somete ante el poder y el paso del tiempo acaba vaciando de sentido a cualquier actividad humana, por lo que es irracional el ansia de alcanzar el poder, dado que acabaremos siendo olvidados cuando nos llegue la hora de nuestra muerte y con ella la ausencia del poder que atesorábamos.