Las cuatro esquinas del corazón de Françoise Sagan

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por Rubén J. Olivares

Las cuatro esquinas del corazón de Françoise Sagan

Las cuatro esquinas del corazón de Françoise Sagan

Después de décadas siguiendo la obra de Françoise Sagan, desde aquel deslumbrante debut con “Buenos días, tristeza” que revolucionó la literatura francesa en 1954, y haber tratado de saciar el hambre literaria que esta obra despertó en mí hacia esta autora tratando de leer el resto de sus obras, pensaba que ya había leído todo lo que esta maestra de la elegancia narrativa tenía que ofrecernos. Por fortuna me equivocaba profundamente. “Las cuatro esquinas del corazón”, publicado póstumamente por Lumen en lengua castellana gracias al tesón de su hijo Denis Westhoff, es un regalo inesperado que nos devuelve, como por arte de magia, a la esencia más pura del universo saganiano.

Esta novela inédita e inacabada, rescatada del olvido años después de la muerte de la autora, posee esa cualidad intangible que siempre caracterizó a Sagan: la capacidad de transformar lo aparentemente simple en algo extraordinariamente profundo. Con apenas 160 páginas, la escritora nos entrega una historia que late con la misma intensidad emocional que sus grandes obras, confirmando que el genio literario trasciende incluso las obras inacabadas.

La historia de Ludovic, milagrosamente devuelto a la vida tras un accidente automovilístico que lo mantuvo dos años entre hospitales y casas de salud, es en realidad una meditación sobre la segunda oportunidad, sobre cómo el sufrimiento puede convertirse en el preámbulo de una nueva forma de amar. En la mansión familiar de La Cressonnade, entre la fría indiferencia de sus padres y el desprecio calculado de su esposa Marie-Laure —quien claramente habría preferido enviudar—, Ludovic se debate entre la soledad y el miedo.

Es aquí donde Sagan despliega su maestría psicológica. La llegada de Fanny, la suegra de Ludovic, bella, inteligente y encantadora, no es simplemente el catalizador de una pasión prohibida, sino el espejo en el que todos los personajes descubren sus propias carencias y deseos reprimidos. La autora francesa construye este triángulo emocional con la precisión de un relojero suizo, dosificando las tensiones y revelaciones con esa elegancia narrativa que siempre la distinguió.

Lo que más me fascina de esta obra póstuma es cómo, incluso en su estado inacabado, conserva intacta la música narrativa que hizo única a Françoise Sagan y que volvió adicto a su obra a lectores como yo. Sus frases fluyen con esa naturalidad aparente que esconde una arquitectura literaria perfecta. Cada diálogo destila esa ironía sutil, esa melancolía elegante que caracterizó obras como “Una cierta sonrisa” o “Las maravillosas nubes”.

Sagan tenía el don excepcional de capturar la complejidad de las relaciones humanas en gestos mínimos, en conversaciones aparentemente banales que revelaban abismos emocionales. En “Las cuatro esquinas del corazón”, esta habilidad se manifiesta con una madurez que habla de una escritora en plena posesión de sus habilidades literarias, capaz de crear atmósferas cargadas de tensión erótica y melancolía existencial con una economía de medios que roza la perfección.

Esta novela funciona como una suerte de educación sentimental para el siglo XXI, donde los personajes navegan entre convenciones sociales y deseos auténticos con esa libertad moral que siempre caracterizó a los protagonistas saganianos. Ludovic no es simplemente un hombre que se recupera de un accidente; es un ser humano que aprende a vivir de nuevo, a redescubrir la intensidad de los sentimientos cuando ya creía haber perdido la capacidad de sorprenderse.

La relación entre Ludovic y Fanny trasciende el mero escándalo social para convertirse en una exploración profunda sobre la naturaleza del amor, sobre cómo las conexiones humanas más auténticas a menudo desafían las estructuras establecidas. Sagan maneja este material explosivo con la delicadeza de quien comprende que en el corazón humano no existen verdades absolutas, sólo intensidades diversas.

Que esta obra haya permanecido inédita durante tanto tiempo la convierte en algo aún más valioso: un testamento literario que nos muestra a Sagan explorando territorios emocionales familiares con la sabiduría de quien ha vivido intensamente. Es imposible no emocionarse al pensar que estas páginas son, probablemente, las últimas reflexiones de una de las voces más auténticas de la literatura francesa del siglo XX que dejó a sus lectores como legado, un último regalo.

“Las cuatro esquinas del corazón” no es sólo una novela; es un reencuentro con una amiga querida que sus lectores creíamos haber perdido para siempre. Lumen ha hecho un trabajo impecable al traducir este manuscrito y presentarlo al lector en lengua castellana de la mano del traductor José Antonio Soriano Marco, logrando mantener el tono original y transmitir esa musicalidad única que hace reconocible el estilo saganiano desde las primeras líneas con la dignidad que merece una obra de este calibre.

Para quienes amamos la obra de Françoise Sagan, este libro es un regalo inesperado que nos recuerda por qué su voz sigue siendo necesaria. Para los nuevos lectores, es una puerta de entrada perfecta a un universo literario donde la elegancia narrativa y la profundidad emocional van de la mano.

Una obra que, aún inacabada, late con la plenitud de los grandes textos. Françoise Sagan nos regala, desde el más allá, una última melodía que quedará resonando en nuestros corazones mucho tiempo después de cerrar el libro.